Hay
recados que nunca quisiéramos recibir. Aquellos que traen consigo mensajes
tristes.
Cuando
lo escuché, por la persona que nombraban, me resistí aceptarlo.
Había alguien
que disiparía mi duda. El amigo de siempre, Gilberto Reyna. Acudí a él. Y, lo
confirmó:
-- Si,
hermano --pronunció apesadumbrado-- Carmencita ha fallecido...
No pudo
seguir. Tampoco le pedí explicaciones. Un nudo en la garganta me lo impidió. Nos
despedimos al instante.
Carmen
Rodríguez Luján ingresó a SATÉLITE, el
diario del pueblo, casi desde sus albores.
Estaba
en La Industria. Había ganado un concurso para periodistas. El
"Chino" Lorenzo Kcomt, la trajo al entonces vespertino.
Y nadie
la movió del puesto que desempeñó con entrega total.
Tuvo
aquí la oportunidad de plasmar sus juveniles anhelos atizados al calor de las
aulas del colegio María de los Ángeles.
Destacó
por su empeño y constancia. Era una de las primeras en presentarse a la
redacción.
Leía
sus comisiones. Salía a cumplirlas y regresaba a pulsar el teclado de la máquina
de escribir, antes. Del ordenador, después.
Eso le
facilitó cumplir con el producto de la tarea periodística.
Seria y
circunspecta. Tuvo la suficiente "cuerda" para sortear con gracia las
bromas de los colegas.
Se
desquitaba en las reuniones. Sin que la vieran, escondía las botellas del
brindis. Luego, con un guiño, las distribuía una por una.
Tuvieron
que transcurrir muchos años para que otras jóvenes periodistas se alistaran en
la redacción de SATÉLITE:
Ninguna
obvió juntarse a ella por la orientación o el consejo. Sentían confianza a su
lado. Una sonrisa cerraba la cita.
Fue
forjando así su presencia en el diario. Ahora, forma parte de su historia.
Un
rayito de luz, llamada Luna, te extrañará Carmencita. Nosotros, también...