lunes, 8 de noviembre de 2021

Dos grandes cambios en la historia de LA INDUSTRI

El offset integral incorporó las máquinas Macintosh manipuladas por digitadoras. Todas mujeres.

               

Año 1964. Sala de redacción de La Industria. Figuran: Freddy Gálvez Delgado, Jorge Zavaleta Alegre, Félix Álvarez Sánchez, Héctor Alva Centurión, Guillermo Diestra, Óscar Álvarez Sánchez. Mario Vigo  Portella y Luis Ríos Miranda. (Foto: Augusto Baba Shimada).

        

(Aquí, el artículo completo que, por razones

de espacio, no fue incluido en su  totalidad

en la edición aniversario  de hoy

del diario "La Industria")

"Los recuerdos y el pasado, contrario a lo que

se puede considerar, marcan la naturaleza

del quehacer periodístico y el sentido

moral del oficio del reportero..."

(Germán Ortiz)

              

               El diario LA INDUSTRIA, vicedecano de la prensa nacional, ha experimentado diversos cambios a través del devenir histórico.

               Innovadores. Todos, sin excepción. Y, como siempre, orientados a ofrecer a sus lectores la excelencia de su producción periodística y presentación gráfica.

               Dos de los más trascendentales, tal vez, me permitieron vivir y sentirlos en carne propia por ser uno de sus redactores. (Con la anticipada disculpa por personificar la descripción de estos sucesos).

               La última página del calendario de 1963 estaba por arrancarse de raíz cuando, sin disimular los nervios, ingresé a su sala de redacción enmarcada en el primer piso del legendario edificio de Gamarra.

               Era todavía un inquieto alumno de la facultad de Letras y Educación de la Universidad Nacional de Trujillo, en su añeja construcción de la esquina Almagro e Independencia. A cuadra y media de mi casa y dos, y algo más, de LA INDUSTRIA.

               Entusiastas colaboraciones, rubricadas con mi nombre, acreditaron la carta de recomendación a Daniel Gordillo Jara, el director, para decidir alistarme en las filas de élite del periódico.

               El exigente, estricto y puntual, a la par de ocurrente y ameno, Héctor Alva Centurión, fue mi primer jefe de redacción.

               No hubo mayor sorpresa de parte de los colegas. Me conocían. Había sido antes corrector de pruebas de taller.

               Y. años atrás, "ayudante" de mi padre Juan Gálvez Arce, quien fue jefe de talleres y, en ese momento, linotipista y reportero gráfico del diario. A lado de Augusto Baba Shimada, Orlando Sánchez Castro y Virgilio Sagástegui Alva.

               EL MUNDO DE LA TIPOGRAFÍA

               Fui un privilegiado en el acontecer del periódico. Desde muy niño recorrí sus instalaciones y conocí a sus protagonistas, aprovechando que estudié cerca. Primaria en la escuela 280, Enrique Guimaraes y secunaria en el colegio San Juan, que funcionaban en las cuadras cinco y seis de Independencia.

               El pretexto de la propina me permitió observar la laboriosa tarea de estructurar cada una de las páginas mediante el antiguo sistema tipográfico.

               Extensos textos de la época debían reescribirse y titularse juntando letra por letra en minúsculos tipos móviles de metal.

               Estaban coleccionados en taburetes y ordenados por números, según su tamaño. Se identificaban como puntos y fuentes o clase de letra. Términos que, de manera increíble, continúan vigentes en el sistema digital de hoy.

               Una jornada agotadora y tediosa. Pero, era lo único que existía. Similar al  utilizado en todas las publicaciones del mundo. Contra lo que podría imaginarse, los tipógrafos cumplían la faena con asombrosa velocidad.

               Las fotografías tenían un tratamiento especial. Debían ser impregnadas en una placa de zinc llamada cliché. Una ruidosa rotoplana cerraba la fase culminante de impresión.

               LA ERA DEL PLOMO

               De la mano con el despertar de la década del sesenta, empezó el primer gran despegue de LA INDUSTRIA. La empresa editora adquirió el primer linotipo.

               La máquina constaba de un teclado que, al ser pulsado, accionaba las matrices con letras, números y signos, formando frases en una sola línea o lingote de plomo fundido equivalente a una, dos o tres columnas.

               El trabajo en talleres se aceleró. La rapidez se tradujo en ahorro de tiempo. fundamental y decisivo en un diario y mano de obra. Pronto se adquirieron dos linotipos adicionales.

               Una pareja de ellos se exhibe a los costados de la puerta principal del diario, tras cruzar el patio y superar las gradas. Constituyen el mudo testigo de un tiempo que se escurrió. Como el agua entre los dedos..

               Cada vez que he tenido la oportunidad de estar frente a un linotipo, al instante retorna a mi mente la escena de mi padre. Sentado allí. Con el aparato en pleno movimiento. Concentrado en la mínima acción. Preocupado por la eficiencia de su desempeño.

               EL OFFSET INTEGRAL

               A pesar de los logros obtenidos, persistían algunas limitaciones. La antigua rotoplana retrasaba lo avanzado. Surgieron dificultades en la producción de volúmenes de mayor tiraje.

               Fue el momento en que el embajador Vicente Cerro Cebrián, propietario de la empresa, como el gran visionario que fue durante toda su existencia, dispuso embarcarse en traer la última creación tecnológica. Incorporar el sistema Offset Integral.

               El primer semestre de 1967, la determinación quedó confirmada. Y, ya no hubo marcha atrás.

               -- Es una necesidad para LA INDUSTRIA y no cejaré hasta conseguirlo  --llegó a comentar don Vicente ante el comandante Alfonso Burga Tello.       

               LOS PASOS PREVIOS

               El proyecto empezó a tomar cuerpo con la capacitación del personal de las distintas áreas quienes viajaron a Uruguay para recibir instrucciones de la empresa Color de Montevideo.

               Los colegas Lorenzo Kcomt Kooseng y Félix Álvarez Sánchez, de la redacción y Jorge Correa Palacios, de talleres, fueron seleccionados para adiestrarse.

               De manera simultánea, agotaron los contactos para la compra de una rotativa de estreno que ubicaría a LA INDUSTRIA al nivel de los periódicos importantes del mundo.

               A mediados de año, la flamante impresora American News, de varios cuerpos, reposaba en cajas de distinto tamaño en el patio principal.

               Correspondió a los técnicos uruguayos Olivera y los hermanos Descalzi, la delicada labor de desembalaje e instalación definitiva.

               ANÉCDOTA DE LA "EDICION CERO"

               Coincidiendo con el Día del Periodista, el 1 de octubre de 1967, ,en medio de una gran expectativa, en tiempo récord se lanzó la "Edición Cero", que serviría para ultimar detalles. La impresión resultó impecable.

               Además de las últimas noticias del día, se publicaron imágenes, a full color, del brindis y agasajo ofrecido por la empresa a las autoridades y personalidades de la ciudad en nuestro local.

               A la misma hora, los directivos de La Gaceta, el diario de la competencia, realizaban una celebración en el restaurante Morillas de Buenos Aires.

               Nunca se supo a quién se le ocurrió enviar varios ejemplares de la espectacular tirada para ser distribuidos a los asistentes a la cita.

               Entre incómodo y sorprendido, su propietario Javier Ortiz de Zevallos, solo atinó a pronunciar:

               -- Leer LA INDUSTRIA  en una reunión de La Gaceta, es una muestra de la  democracia que existe en el periodismo liberteño...

               Finalmente, con todos los honores, el 16 de octubre de 1967 LA INDUSTRIA luciendo una impresión intachable en el sistema Offset Integral, irrumpió en el consenso periodístico nacional.

              MEJOR EN TODO                                                                                                                                   

               A partir de entonces, todo fue diferente. Destacó la limpieza de los textos, la nitidez de la trama en las fotografías y la precisión de los colores, combinados en una sola pasada. Antes, se requerían tres.

               La transformación modificó el original formato del diario. Aquel que mantuvo durante años. Fue necesario reducir el número de columnas y redistribuir las secciones.

               Mejoró en alto porcentaje la calidad de la publicación. Facilitó la impresión en gran escala. Ahorro en tiempo e inversión. Aumento del tiraje y la consolidación como pionero del periodismo local y regional.

               CAMBIOS EN LA REDACCIÓN

               La  renovación alcanzó también a la sala de redacción. Álvarez retornó de Uruguay  como todo un experto en diagramación periodística y Kcomt, antes jefe de la página de provincias, con capacidad para conducir un periódico.

               Nosotros continuamos con las máquinas de escribir. Sin embargo, tuvimos que abandonar las carillas de antaño para reemplazarlas por papel milimetrado.

               Su uso era obligatorio, pues permitía establecer los renglones del texto en la página del diario. El offset exigió a los diagramadores a  medir la extensión de los artículos contando el número de palabras. Un anticipo al word del ordenador.

               En síntesis, la diagramación fue matemática. Las noticias, fotos y publicidad debían ser alineadas con exactitud milimétrica  en el espacio disponible de cada página.

               Aparecieron términos inéditos. Jamás escuchados en absoluto. Interlineado, puntos y picas, tuvieron que ser incorporados al nuevo léxico de periodistas y operarios.

               Nuestro horario de trabajo fue más rígido. Era indispensable entregar el material  con mayor prontitud para evitar acumularlo en las unidades previas a la impresión.

               En talleres se instalaron equipos Macintosh, accionados solo por damas, que estaban encargadas de convertir los textos en cintas perforadas.

               LA INDUSTRIA  se convirtió así en el primer diario del Perú en emplear el Offset Integral que desplazó de un plumazo y para siempre, procedimientos y máquinas como la tipografía, la rotoplana, los clichés y, más tarde, los linotipos.

               NACE SATÉLITE

               Las bondades del Offset Integral superaron las expectativas. Por la velocidad en el proceso de composición e impresión, la rotativa  quedaba la mayor parte del día sin ser utilizada dejando abierta la posibilidad de algún uso adicional.

               Por feliz coincidencia, el país vivía el boom de los periódicos de la tarde  publicados en Lima y distribuidos en las ciudades más importantes.

               A pesar de la novedad, adolecían de una seria deficiencia. Casi todas sus informaciones eran referidas a la capital o estaban desfasadas. No abordaban los sucesos de provincias.

               Don Vicente Cerro analizó la situación, solicitó más de un estudio de factibilidad, contrastó los resultados y tomó una importante decisión. Editar un vespertino.

               Escogió un nombre de impacto. El mismo embajador propuso SATÉLITE, a propósito de la nave tripulada enviada por Estados Unidos en esos días  a la Luna.

               Algunos reporteros de LA INDUSTRIA trabajaron la Edición Cero y todo quedó listo para el 16 de julio de 1969. Fallas en el fluido eléctrico impidieron la salida. Se publicó al día siguiente.

               Desde entonces, hasta la actualidad, LA INDUSTRIA y SATÉLITE conservan su comprobada preeminencia en el periodismo local y regional.

               Por circunstancias que solo el destino es capaz de explicar y mi irrefrenable pasión por el periodismo, tuve la satisfacción y el orgullo de ser redactor en estos dos pilares de la prensa liberteña y nacional.

               Pepe Hidalgo Jiménez, el eficiente y siempre cordial director de SATÉLITE, contactó conmigo para esta nota. ¿Cómo poder decirte no, mi estimado Pepe...?  ¿Cómo...?

               Si en LA INDUSTRIA aprendí a escribir a máquina, allí me hice periodista y, al calor de sus acogedores ambientes, conocí a mi esposa, la linda mujer de raíces orientales de toda mi vida...

             

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