El movimiento
sísmico del último domingo del mes que se fue, será recordado por varia razones.
Por
ser el más fuerte y prolongado que sacudió Perú en lo que va del siglo. Magnitud
7.5 es para asustar al más bravo.
Aparte
de las viviendas colapsadas en Amazonas y regiones cercanas, originó derrumbes,
agrietó pistas y aisló poblaciones enteras.
En cuanto
a nosotros, nos hizo saltar de la cama e interrumpió a quienes soñaban entre
algodones.
Pero,
dejó una advertencia a todos. La mochila de emergencia. El lugar más seguro, si
no hay tiempo de evacuar.
Y, un
detalle importante. No entrar en pánico. Tratemos de guardar la calma. Estemos siempre
alertas.
A los
propietarios. Las columnas en las esquinas y cada cierta distancia. Los puntos
de dilatación entre edificios.
En
los municipios, celo extremo. Al efectuar las supervisiones y al expedir las
licencias de construcción, entre otras exigencias.
Aquí,
dramáticos testimonios durante el crucial momento:
--
Todo se movía. Sonaba y no se detenía. Nos asustó mucho...--relató una joven
abrazando a sus hermanitos en Utcubamba.
--
Salí corriendo en paños menores. Tuve un tremendo miedo --refirió balbuceante una
abuelita de Bagua Grande.
--
Regresaba de la discoteca y encontré a mi familia llorando en plena calle
--señaló un preocupado chico cajamarquino.
--
Salimos lo más rápido posible. Afuera, los perros labraban y corrían de un lado
a otro. La gente gritaba y se abrazaba --anotó otro.
La
descripción más desgarradora, entre las reveladas, pertenece a un padre de
familia de Moyobamba.
Consternado.
Entre lágrimas, narró a los periodistas:
-- Abracé
a mi familia y dije: "Que sea lo que tú quieras, Dios mío...".
Se
aferró enseguida a una columna y cerró los ojos. Su vivienda se desplomó en
segundos. ¡Y, vivió para contarlo...!
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