Ellos pertenecen al V Ciclo de la
Escuela de Ciencias de la Comunicación y recibieron el carné que los acredita
como periodistas.
No fue un acto cualquiera. Un familiar
suyo les adjudicó. Ante la atenta mirada de la directora Luisa Bazán Guzmán y
sus profesores.
Resultó tan emocionante como los
soldados al sujetar en sus manos el fusil para garantizar la seguridad de la
Patria.
Quien tuvo la genial idea, no se
equivocó. Por la trascendental misión que cumplen los hombres de prensa.
Cuya labor se sustenta en sagrados postulados
de verdad, imparcialidad y transparencia.
La ceremonia nos hizo vincular las
herramientas de los periodistas de antaño y la actualidad.
Hace más de medio siglo, nuestros
soportes fueron un bolígrafo, una libreta de notas y el carné.
Declaraciones y datos debían registrarse,
a puño y letra, con suma rapidez. No existían grabadoras.
Si era una comisión importante, nos
acompañaba el reportero gráfico.
Él, se encargaba de captar las fotos
con una pesada cámara a rollos y focos para iluminar la noche.
La imagen exigía un proceso para
publicarse. Convertirla en una placa de zinc llamada cliché.
Cuando los chicos de ahora abandonen
las aulas, tendrán de aliados el celular y la digitalización. Antes, la hoja de
papel. Hoy, la pantalla.
Pese al tiempo transcurrido los
principios básicos del periodismo de ayer y ahora no han cambiado.
A los nuevos periodistas. El reportero
está obligado a leer. Estar actualizado y dispuesto a aprender.
Investigar. Contrastar. Ser vivaz. Observador.
Buscar e intuir la noticia. Perfilar su olfato periodístico.
Ingeniosos al preguntar. Adelantarse a las
respuestas y hábiles para repreguntar en las entrevistas.
No cesar de ser objetivos e
inflexibles en la defensa del interés general.
Y, sean honestos. Pórtense bien.
Recuerden a Kapuscinski: "Las malas
personas no pueden ser buenos periodistas..."