El jueves pasado nos acostamos con una mandataria y amanecimos con un presidente
. Tras cuatro mociones presentadas a la Mesa Directiva del Congreso, Dina Boluarte fue vacada del cargo.
Quedó así ratificado el fatídico designio de Perú según el cual, en la última década, ningún presidente completó su ciclo normal de gobierno.
La inacción ante el creciente índice de criminalidad y la carencia de un eficiente gabinete, le cobraron factura.
Dejó palacio y está a disposición de la justica para enfrentar las carpetas fiscales que carga sobre sus hombros.
Boluarte aprovechó el poder al máximo. Multiplicó su sueldo, que debe ser derogado y colocó a sus hijos en puestos claves en el extranjero.
Como Castillo, se fue con el triste récord de casi un año sin dar cara a la prensa para rendir cuentas de su gestión.
Tuvo pésimo criterio para escoger sus ministros. Nadie respondió, ni le hizo ver sus errores. Al contrario, fueron sus principales adulones.
El éxito de José Jerí depende del compromiso con la ciudadanía y el esmero en la elección de su gabinete.
Un avezado experto en el Ministerio de Interior. No un abogado. Como lo tuvo Boluarte y fracasó.
Formar cuadros de élite con peritos y estudiosos. Reincorporar a los duchos oficiales destituidos y proteger las estrategias de acción.
Coordinar con los poderes del Estado y eliminar las leyes promulgadas por el Legislativo que benefician el delito.
Proponer juicios sumarios a los detenidos en pleno acto delictivo, combatir la corrupción y frenar el despilfarro del dinero público.
, En un evento, Jerí felicitó a Boluarte. En ese instante, ella jamás imaginó que estaba ante su sucesor.
Ninguno lo sabía. Era el anticipado hola y adiós…
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