La acumulación de faltas injustificadas y tardanzas al congreso debe terminar en suspensiones sin goce de haber.
Hasta
casi las últimas décadas del siglo pasado, el sistema estudiantil peruano en
los diversos niveles difería mucho del actual.
Aparte
del contenido de las asignaturas, las normas del ministerio de Educación eran
más rígidas en cuanto a la disciplina de los alumnos.
Una
de ellas se orientaba a la puntualidad considerada como la clave del buen
comportamiento estudiantil.
Inasistir
a clases forzaba la justificación del padre de familia y llegar tarde al centro
de estudios era sancionado con ejercicios físicos.
La
puerta principal se cerraba a la hora exacta. Abrían otra durante cinco minutos
para el ingreso de los llegaban tarde y formaban en un patio contiguo. Transcurrido
ese período, no entraba nadie más.
Un
auxiliar los obligaba a hacer flexiones o doblar las piernas. Colocarse en
cuclillas y dar treinta o cuarenta saltos. Ese castigo se llamaba "ranear"
por semejar los movimientos del batracio.
Cumplida
esa exigencia y marcada la tarjeta de control, surgía otro problema. Había que
rogar a todos los santos que el profesor permitiera entrar al salón de clase.
La
acumulación de tardanzas y faltas, además de la actitud en el aula, recreos y
horas libres, servía para calificar la conducta de estudiante.
Estas
graciosas circunstancias brotaron ingenuamente al enterarnos de los descuentos
que sufrirán algunos congresistas por inasistencias injustificadas.
El
informe menciona la reducción de más de treintaitrés mil soles por faltar al
pleno entre los meses de agosto y
noviembre del año anterior.
Según
el oficial mayor del parlamento, es la primera vez en la historia del Perú
republicano que se divulga esta sanción económica.
“El dato es parte del trabajo que venimos haciendo y
tengo la ilusión de mantenerlo para modernizar nuestro congreso”, sostuvo.
Ajustándonos
a sus declaraciones, da la impresión que cuando no se revelaban estas cifras el
control de asistencia en el hemiciclo era deficiente.
Esperamos
que divulgaciones semejantes sean frecuentes para que la ciudadanía conozca
esta desconocida cara de los congresistas.
Empezando
por informar los nombres de los legisladores para que la colectividad tenga una
idea exacta del interés y la eficiencia de su desempeño.
No deja de sorprender
que en apenas cuatro meses, se registre un número tan elevado de inasistencias
a las sesiones y comisiones.
Se
entiende que ellos postularon invocando el voto del electorado y hasta
juramentaron para trabajar por el país.
Entonces,
su centro de labores es el parlamento. Para eso se les paga un dineral. Aparte
de gozar de impopulares beneficios económicos.
Con
tantas facilidades, no se pueden dar el lujo de ausentarse. La asistencia es
obligatoria. Nadie gana como ellos.
Los
reportes sobre los descuentos por faltar deben ser mensuales y sus nombres
colocarlos en los portales del parlamento.
Además,
lo justo sería que la acumulación de faltas injustificadas y tardanzas termine
en suspensiones sin goce de haber.
Olvidé
contarles que a los alumnos faltones del colegio, como se hacían la “vaca”, se
les llamaba "vaqueros".
Guardando
las distancias, si tuviéramos que calificar a los congresistas que no acuden el
pleno, su nota sería: ¡Cero en conducta...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario