Elder sonriente como lo conocimos, con Joaquín Guerrero, cuando crearon la Maratón de Trujillo como homenaje de Satélite al diario La Industria.
Tal
vez recibí el año como muy pocos. Más reflexionando que celebrando. A pesar del
estruendo de los cohetes y la algarabía de los vecinos.
Es
que, a estas alturas de la vida, el pensamiento se concentra en los planes y lo
que nos resta, antes que en el tiempo transcurrido.
Mucho
más, si terminaba de leer las declaraciones del artista Fernando de Szyszlo que
son una invitación a tomar la existencia seriamente:
"Cada
uno de nosotros va desapareciendo segundo a segundo..."
Lo
cierto es que pasé el primer día del 2017 en el ambiente de mayor tranquilidad
que algunos siempre buscan.
Ayer
lunes, muy temprano a la radio. En Réplica, con Víctor Gil. Hojeaba La
Industria, mi cuna en el periodismo y me topé con la nota del deceso de
Elder Lázaro.
-- ¿Qué...? No lo sabías. Está desde ayer
en las redes, acotó.
Guardé
silencio. No dije nada. No podía hacerlo. Quería llorar, pero contuve las
lágrimas. Estábamos en cabina. Al aire.
Al
terminar, me despedí rápido para asistir al velatorio en el Colegio de
Periodistas.
Sabía
que estaba mal de salud. Su estado me lo informaba cada semana Pedro Fernández.
Que Magaly, esa chiquilla que conocí desde niña, sufría por su papá.
Acepto
que nunca tuve el coraje de ir a verlo. Quería recordarlo como lo conocí. Sonriente,
cordial, con esa nobleza que fue su carta de presentación a donde iba.
No
quiero repetir sobre todo lo que hizo por el deporte liberteño como jefe de
página de SATÉLITE, porque muchos lo saben.
Quiero
referirme al Elder informal. Palomilla. Al periodista que rompió esquemas con
su comportamiento, sin descuidar el deber de informar con la verdad.
El
"Chino" Lorenzo Kcomt Kooseng, que fue director de este vespertino en
su época, es portador de cientos de sus ocurrencias.
Algunas
las relata el mismo Elder en su obra "El Deporte y la Crítica" que
lleva el mismo nombre de la columna que lo hizo famoso.
Una
de las más festejadas es aquella que sostuvo con el hombre de prensa chileno
Miguel Humberto Aguirre, con quien lo unía una gran amistad.
Mihua,
que era su acróstico, fue invitado por el Club de Prensa de Trujillo para
dictar una conferencia a los reporteros locales.
El
acto concluyó con un almuerzo en un restaurante cercano a la Gran Unidad
Escolar José Faustino Sánchez Carrión.
Habían
asistido personalidades como el presidente regional José León, el prefecto Werenshon Ramos y el alcalde José Murgia.
Elder,
según cuenta en su libro, llegó algo retrasado a la reunión, se ubicó a espaldas
de Aguirre y gritó:
--
Chileno... (seguido de una lisura) ¿Cuándo nos devuelven el Huáscar...?
Los
asistentes se miraron las caras y el silencio fue interrumpido con la
intervención de Miguel Humberto al decir:
--
¡Debe ser el hijo de p... de Elder Lázaro...!
Un
fuerte brazo, terminó con la tensión.
Gran
amigo mío, la última vez que nos vimos en la sala de prensa del municipio me
dejó un magistral mensaje:
--
Freddy. Escribir fácil, es difícil. Tú escribes fácil. Yo te leo...
Sé
que fue un inmerecido elogio. Pero sus
palabras significan para mí mucho más que todas las condecoraciones que
alguien pudiera otorgarme.
Así
era Elder Lázaro. Un amigo entrañable que ahora se nos va. Elder. ¡Esta, es
solo una despedida...!
Elder Lázaro con el autor de este blog en el local del Centro Federado de Periodistas de Trujillo en el 2009.
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