miércoles, 1 de abril de 2020

¡Del aislamiento al supermercado...!: En difíciles tiempos del coronavirus

En este lugar estaba la lejía. Hoy luce vacío. Semanas atrás ocurrió lo mismo con el papel higiénico que ahora abunda y más barato. (Rpp).

          Agotadas las provisiones en casa, fue necesario acudir al supermercado más cercano. Romper, por un momento, el aislamiento social obligatorio.

          El panorama era de película. Colas larguísimas. Por todos sitios. Cada una conducía a un destino diferente.

          Escogí la de los víveres. Pocos respetaban la distancia. Ahora, a esperar. Se entraba por grupos. De 20 en 20.         

          Ese mediodía, el sol quemaba a plomo. Para aplacarlo, un chiquillo vendía bebidas heladas.

          Cinco o seis ambulantes, entre hombres y mujeres, ofrecían mascarillas y guantes a dos y tres soles.

          ¿Dónde las consiguieron si no se encuentran en ninguna parte...?

          Delante mío había una señora gorda. Apareció, de pronto, su amiga y le sugirió colocarse atrás.

          Protesté. Entonces, sacándome la lengua, la colocó delante suyo. Nadie se compró el pleito. Me pasé la saliva.

          En el portón, un joven con termómetro digital nos mide la temperatura en la frente. Una pistolita lanza una luz laser.

          Pasé la prueba. Otro control para asearse las manos. Bañarlas en alcohol y.. ¡Uf...! ¡Adentro...!

          No había un solo frasco de lejía que tanto ansiaba. Pero, abundaba papel higiénico de 40 rollos, doble hoja (por si se rompe una).

          Preferido cuando el Covid-19 nos guiñaba el ojo. Se vendía a 24 soles. Costaba casi el doble. Hoy, nadie lo compra.

          No faltaron las parejas enamoradas que, de la mano, paseaban sin adquirir nada. ¿Y para qué fueron...?

          Mientras embolsaba lo que necesitaba, cruzó un cliente con la mascarilla que solo le cubría la boca. ¿Y la nariz...?

          Otro. Extremista aburrido, la tenía debajo del mentón. Así de irresponsables somos algunos peruanos.

          Para terminar la anécdota de la mujer que hizo ingresar a la fila a otra.

          La amiga completó los 20 permitidos. Así que la "bondadosa" tuvo que esperar el otro grupo para entrar, comprar y, de castigo, regresar sola.

          Todo, por el coronavirus...

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