El taxi detenido cerca a la comisaría de El Alambre. Al costado, en el suelo, el cadáver cubierto de una mujer. (Correo).
-- Taxi, taxi --grita una mujer, al ver un
vehículo blanco que pasa cerca.
El carro
se detiene. Sube y, como puede, cierra la puerta.
-- Rápido. Lléveme al Regional
--pronuncia con voz entrecortada.
Devora
las calles el auto. Antes de llegar a su destino, el piloto nota algo raro.
-- ¡Señora, señora...! ¡Está usted
bien...! No
escucha respuesta.
Asustado,
el chofer enrumba a la comisaría El Alambre. Allí constatan que la usuaria ha
fallecido.
Días antes,
un adulto mayor, envuelto en su frazada y tirado en el asfalto, tuvo que
esperar horas para ser atendido.
Sale
una carroza de otro nosocomio. Corren atrás familias enteras. Indagan por sus
parientes.
-- ¡Por favor...! ¡A quién llevan...! Claman
desesperadas entre lágrimas. Sus palabras no tienen eco.
Otros,
sufren la tragedia en sus hogares. Quienes así expiran, no suman el registro
oficial de mortandad.
Son
éstas, algunas de las dolorosas escenas a causa del covid-19 en Trujillo.
La
enfermedad ha expuesto, en grado sumo, lo
desprotegidos que estábamos ante una masiva afección.
Salas
de cuidados intensivos con escasos recursos o carencia total de equipos.
Médicos,
enfermeras y técnicos sin elementales útiles de protección personal para su riesgosa
labor.
Alcohol, mascarillas. guantes y medicinas se esfuman
de las farmacias. Después se venden al triple o
más.
Faltan
respiradores. A buscarlos. No hay oxígeno. A formar colas. Pagar precios exorbitantes.
Y no se sanciona al especulador.
Quieren
traerlo de Ecuador. Aparecen luego fábricas en el país que pueden producirlo.
¡Qué tal desorden...!
Cuando
lo ideal es que cada hospital tuviera su propia planta de oxígeno. Y nunca se
instalaron.
Evidencia
cruda de la absurda dejadez del actual y los anteriores gobiernos. Gravísimos errores
que deben corregirse.
Crueles.
Descarnados. Son los aciagos rostros de la pandemia en el Perú...
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