Para intentar un distinto puesto en
las elecciones del 2021, diversas autoridades empezaron a renunciar.
Lo realizan sin el mayor decoro, pues
no hay impedimento de ley.
Según la norma, gobernadores, vicegobernadores
y alcaldes deben hacerlo seis meses previos a los comicios.
Consejeros regionales y regidores la
tienen más fácil y barata. Basta solicitar licencia dos meses antes y listo.
Y, si no tienen suerte. Porque esto
parece más una rifa, regresan a su plaza como si nada hubiese ocurrido. ¡Todo a
su favor...!
¿Están en lo correcto…? No. De ninguna
manera. Eso, es inaceptable.
Es una clara manifestación de
informalidad trasladada a la política. Tal como el desorden que se vive en
algunas calles.
Con la diferencia de ser perjudicial
porque afecta el futuro de un pueblo, región y hasta el país.
Eso no es todo. Existe un aspecto
mucho más grave y doloroso.
Autoridades elegidas en democrático proceso
electoral que, alegremente, abandonan la función.
¿Y sus promesas de campaña…? ¿Y el
compromiso asumido con la gente que votó por ellos…? ¿Y los proyectos
iniciados…?
Nada. Nada de eso importa. Prevalecen
solo sus intereses personales.
Nadie se opone a sus aspiraciones. Que
pueden ser entendibles. Pero. ¿No es mejor cumplir su palabra y terminar la
gestión...?
Sea el lugar que ocupen en la
administración pública, dejan un vacío traducido casi siempre en retraso.
Parte del problema recae en la fragilidad
y crisis que experimentan ciertos partidos políticos del Perú.
La negligencia en capacitar nuevos cuadros
con sustento democrático.
Líderes en la carrera política que respeten
lo más elemental. El sagrado valor del voto ciudadano.
Porque interrumpir un cargo para
buscar otro más rentable, es un infausto desprecio a la voluntad popular…
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