No
sabemos si, cuando Usted lea este artículo, el nuevo presidente del Perú haya
sido proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones.
A pesar
de haberse resuelto las solicitudes de nulidad de actas, surgieron otros
pedidos que contribuyeron al retraso.
Entre
ellos, una decena de demandas contra la proclamación de quien ganó la segunda
vuelta.
En
tiempos normales, el miércoles de la semana siguiente debía ser juramentado el
flamante mandatario.
El 28
de julio de este año, no es un día cualquiera. Conmemoramos el esperado
Bicentenario de la Independencia del Perú.
Se
trata de una fecha trascendental. Solemne del calendario cívico nacional.
Una de
las primeras y más recordadas lecciones que aprendimos, siendo aún niños. En
aquella añorada escuelita cercana al hogar.
200
años del famoso discurso del general José de San Martín que nos declaró
"libres e independientes".
Y ahora,
cuando todo debía ser motivo de algarabía, homenaje, optimismo y esperanza, nos
encontramos ante esta incertidumbre.
Problema
exclusivamente político que trasciende al ámbito institucional, económico y
social.
Incrementado
por el alza de los productos de la canasta familiar y la subida del dólar.
Experimentamos
momentos inéditos. Nunca antes presentados en la historia de la política
peruana.
Mientras
tanto, transcurre el período que debía dedicarse a la transferencia de la
actual gestión a la sucesora.
Un proceso técnico que consiste en la
entrega, recepción y verificación de expedientes oficiales. Con orden y transparencia.
Respecto
a la circunstancias que vivimos, los analistas electorales han lanzado un
abanico de interpretaciones.
Parten
de la premisa que el país carece de un procedimiento legal de transición. Lo
que originaría este complicado vacío.
En
conclusión. Un suceso imprevisto que nos acerca a Fiestas Patrias, sin
presidente...
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