Ser ministro de Estado en el Perú o en cualquier país democrático, es un cargo de alta investidura.
Basta decir que su tarea es dirigir con eficiencia su respectiva cartera y trabajar de la mano con el presidente.
Por eso, en ocasiones, son encargados de representarlo o lo acompañan a ciertas ceremonias o reuniones oficiales.
Ellos hicieron noticia a raíz de las declaraciones del mandatario en actos públicos.
En distintas intervenciones, amenazó separarlos de sus funciones en caso de no atender las demandas de la colectividad.
Hace una semana, visitó Tumbes y sostuvo una asamblea con las autoridades. Entre varios ofrecimientos, expresó:
-- Hemos puesto a los
ministros para que trabajen por este país.
-- Si alguno no los atiende, tenemos que botarlo a su casa. --agregó enfático, adjuntando términos redundantes.
Concluyó comprometiéndose efectuar, antes de fines de abril, un consejo de ministros descentralizado en esa ciudad.
Días antes, viajó a Puno con el ministro de Vivienda. Ambos, se trasladaron al distrito de Platería.
Reunidos con la ciudadanía en la plaza principal, durante su discurso pronunció:
-- ¿Cómo es posible que un pueblo como Platería desde hace muchas
décadas esté con un cartel en su plaza de armas pidiendo agua...?.
Y,
dirigiendo la mirada al funcionario, remarcó:
--
Señor ministro de Vivienda, si usted no
le da agua a este pueblo, le (lo) boto de su cartera.
No se habló de plazos. Tampoco se hizo referencia que, así como Platería, hay innumerables pueblos en el territorio nacional.
Existen muchas frases bonitas referentes al trato a las personas. Aquí, solo dos:
"Trata a la gente, como te gustaría que
te traten. Háblales como te gustaría que te hablen. El respeto se
gana...".
"Nunca tengas la
cabeza tan alta, que te la puedan cortar. Ni tan baja, que te la puedan
pisar...".
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