En los estertores del año que está por irse, el Barómetro de las Américas nos colgó una postrera y aplastante calificación.
El último informe, referente a las
naciones más corruptas de América Latina, ubica a Perú en el deshonroso primer
lugar.
Según la medición, vinculada a cultura
política y democracia, nos otorga un porcentaje de 88 por ciento.
Superamos, cubriéndonos el rostro, a
otros países como Brasil (79 %), Colombia (78 %), Paraguay (75 %), Chile (74 %)
y Argentina (69 %).
El Proyecto de Opinión Pública anota
que seis de cada diez peruanos cree que la corrupción está muy generalizada en
todos niveles de gobierno.
"Tanto
Perú como Brasil vienen experimentando escándalos de corrupción que involucran
a expresidentes recientes...".
·"Y otras figuras políticas
importantes, con nuevos casos emergiendo cerca o durante el trabajo de campo de
2021...".
Describe así la parte fundamental del
informe emitido hace unos días por el
Barómetro.
El panorama no parece mejorar este año
en Perú con las denuncias fiscales al presidente y el oscuro reflote del caso
Odebrecht.
A propósito del calificativo, capaz de sonrojar a
cualquiera, es pertinente adjuntar algunos aforismos que nos harán reflexionar:
"Cuando no tomamos una postura contra
la corrupción, tácitamente, la apoyas..." (Kamal Hansan).
El científico,
inventor y político estadounidense Benjamín Franklin tiene una linda frase al
respecto:
"La honestidad es la mejor
política...".
Y,
como muestra que el problema no es de ahora, sino que políticos corruptos
existieron siempre, aquí dos más antiguos.
En el
siglo I de la era Cristiana, el filósofo, político y orador romano Séneca,
identificado por sus obras de carácter moral, escribió:,
"Lo que las leyes no prohíben,
puede prohibirlo la honestidad...".
Pero, si me preguntan cuál es mi
locución favorita, me quedo con la de Marco Tulio Cicerón, quien, un siglo
antes de Cristo, perennizó:
"Servirse de un cargo público para enriquecerse
personalmente resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable...".