Si hay algo que nos quedó impregnado como huella
indeleble de la adolescencia y juventud, fueron los estudios secundarios.
Los cursamos en el tradicional colegio nacional de San
Juan. Cuyas promociones desfilaron hace una semana en la plaza de armas.
Gozamos el privilegio que nuestros profesores fueran,
simultáneamente, catedráticos de la Universidad Nacional de Trujillo.
Entre los cursos, destacó la añorada Instrucción Pre
Militar que contribuyó a moldear la recta formación recibida en el hogar.
Aquella que incentivó acudir al plantel con uniforme
caqui, corbata, galones, cristina, pelo corto y sin patillas.
Desde el arranque, las enseñanzas de dos horas a la
semana del instructor Pre Militar, eran de película.
¡Atención...! Gritaba el brigadier al verlo ingresar al
salón. Y, como impulsados por un resorte, nos poníamos de pie. Derechitos.
Caminaba luego muy cerca verificando el porte, y uniforme
impecable. Nadie movía la cabeza. Ni se atrevía a murmurar.
Las clases eran normales. Con cruce de preguntas y
respuestas.
No faltó la reverencia a los símbolos de la Patria. La
única, inconfundible e irremplazable bandera, el escudo, el himno nacional y
los héroes.
Incluía normas de conducta en casa y en la calle. El
respeto y los valores.
Ya en quinto año, ascendimos al cerro Cabras para hacer
prácticas de tiro con el fusil Máuser Original Peruano Modelo 1909.
Sin serlo, ya nos sentíamos hombres hechos y derechos.
Todos teníamos un apodo. Yo era "El negro
Freddy". Jamás se habló de racismo. Hubo discusiones y roces. Pero, alejados
del desleal acoso.
Nos respetábamos. Nadie era más que otro. Y, lo distinto.
No existía la droga. Ni nada que se le pareciera.
A poco de abandonar las aulas, se eliminó la asignatura.
También, el uniforme pre militar.
Hoy, preocupa que padres de familia protesten y hagan
plantones por casos de bullying y otros problemas en los colegios de Trujillo y
el país
En algo se está fallando. Debemos trabajar más por una
educación integral y de calidad en el Perú...
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