Trujillo es, a mucho orgullo, una ciudad colonial. Fundada por Diego de Almagro. Nombre de la calle donde nací, crecí y viví hasta la adultez.
Conocí
la avenida España cuando era un terral y la tercera cuadra de Mansiche lucía
dos hermosas glorietas cruzadas por la pista.
En
primaria visitamos Chan Chan en bus. Otro día, llegamos a las huacas del Sol y
de la Luna caminando. Todo era normal.
Cierta
vez acudimos a la plazuela del Recreo y la profesora nos pidió dibujar el
majestuoso portón que la adorna.
Revisando
nuestros infantiles garabatos nos enseñó que era una puerta durante la colonia.
Así empezamos a identificarnos y querer
a Trujillo.
Como
ella, habían cuatro más. Hacia Huamán, Mansiche, la sierra y Moche, unidas por
una elevada y gruesa muralla.
La
edificación se levantó en el siglo XVII para proteger a la ciudad del saqueo de
piratas y corsarios que asolaban las urbes del Pacífico.
Vestigios
de esa construcción de adobe luchan contra el tiempo frente a la ex estación
del ferrocarril y al inicio de la avenida Miraflores,
Tales
estructuras forman parte del área protegida y de tratamiento especial considerada
patrimonio monumental de Trujillo.
Por
su enorme valor y para preservarlas, fueron enrejadas. Tal como ocurre con los
templos del centro histórico.
Hace
una semana, las rejas de la muralla del Paseo de las Banderas amanecieron
derribadas, según las imágenes, con maquinaria pesada.
La
súbita irrupción de madrugada causó daños en parte de la columna del monumento.
El
municipio, que realizó similar acción en la Casa de la Juventud y unos parques
de La Noria y San Andrés, negó responsabilidad del hecho.
Pero, en
lugar de reponer de inmediato las rejas protectoras, anunció que las retirará
por completo.
Se esperan informes de la Contraloría, Procuraduría y la
policía para actúar de acuerdo a ley.
El director
de Cultura adelantó una denuncia penal a los culpables del vejamen a nuestro
legado histórico.
¡Basta
ya al atropello contra Trujillo y sus habitantes...!
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