lunes, 5 de agosto de 2024

Las más románticas cartas de la Independencia: Escritas por Bolívar y su prima Fanny

Sección superior del recorte periodístico del diario La Industria de Trujillo, del 16 de agosto de 1964. Cuando me iniciaba en el periodismo.
 

          Se vivían los años sesenta. Era la etapa de los estudios superiores de especialidad en la Universidad Nacional de Trujillo.

          Allí, en el añorado local de la Plaza de Armas. Entrando, a la derecha se abre el tradicional patio. Rodeado de arcadas. Al lado izquierdo, el paraninfo.

          Frente a la puerta principal, funcionaba la impresionante biblioteca. Con sus paredes adornadas de libros. Cada uno ordenado por áreas profesionales.

          A los compañeros que la visitaban con frecuencia, les decíamos en broma, "ratón de biblioteca". Yo, no pertenecía a ese selecto grupo.

          No obstante, estaba obligado a ingresar al  sosegado recinto para cumplir con los trabajos de  investigación encomendados por los catedráticos.

          Uno de esos atareados días de la juventud, me topé con la referencia a una faceta desconocida en la vida sentimental del libertador Simón Bolívar.

          Con la inquietud propia de la edad, no solté la página y me detuve a leer.

          La mención resultó tan interesante, que dejé a un lado la tarea y, apurado, como si se fuera a esfumar, apunté los detalles más relevantes.

          Veinteañero, soltero y acucioso, quedé fascinado con la carta que Simón Bolívar envió hasta Francia, a su prima Fanny Du Villars.

          Examiné aspectos similares sobre José de San Martín y escribí un artículo que se publicó, a cuatro columnas, en el diario La Industria.

          "La azarosa vida romántica de los libertadores del Perú", fue el título y salió en el vicedecano de la prensa nacional, el 16 de agosto de 1964.

          Impresionado por la elocuencia del ilustre caraqueño, en esa ocasión, incluí el texto íntegro del escrito. El mismo que adjuntamos hoy.

          Con ese valioso testimonio, sesenta años después, al celebrarse el bicentenario de la batalla de Junín, decidí indagar sobre la enigmática dama.

          Y, cual "ratón de internet", me zambullí en el insondable  mundo de la red. Comencé a bucear y explorar en una y otra dirección.

          Encontré así un emotivo y romántico documento que Fanny le remitió, desde Francia, con mucha anticipación, el 6 de abril de 1826.

          Confirmé también, el tembloroso manuscrito, a causa de la enfermedad, enviado por Bolívar a París como respuesta, el 6 de diciembre de 1830.

          Fue el último esfuerzo de su victoriosa mano. Pues, luego once días, a la 1.03 de la tarde del viernes 17 de diciembre, falleció. Tenía 47 años.

          "Tras una larga, pero calmada agonía", su deceso tuvo como escenario la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia.

          ¿CÓMO CONOCIÓ A FANNY...?

          Bolívar se casó muy joven. Contaba apenas con 19 años al contraer matrimonio con Teresa Rodríguez del Toro.

          Sin embargo, la felicidad de los contrayentes duró poco. Pronto, quedó viudo. Ella murió el 22 de enero de 1802,

          Afectado, cae en la melancolía y la depresión. Vuelve a sentir la pena que sufrió siendo niño con la desaparición de sus padres.

          Acongojado, decide viajar a España para devolver, tal como se estilaba,  las prendas de quien fuera su esposa, a sus progenitores.

          Recorre en Madrid los lugares que caminó con su amada, Pero, el desconsuelo persiste. Tratando de olvidar todo, en 1804, se traslada a París.

          Es allí donde conoce a Fanny, perteneciente a la alta sociedad gala, quien le presentó a varios intelectuales de la Revolución Francesa.

          En esa forma se impregna de las ideas libertarias. Y, en el frecuente trato con ella, queda prendado de su hermosura. La tristeza quedó atrás.

          BELLA Y CULTA

          Ciertos autores anotan que Simón y Fanny eran primos. Otros, en cambio, estiman que no tenían parentesco alguno.

          En lo que todos coinciden, es que el encanto de la joven parisina lo cautivó en demasía.  Era una mujer elegante, inteligente y coqueta.

          La blancura de su cutis y ojos azules contrastaban con su negra y ensortijada cabellera. Y, lo principal. Destacaba por ser preparada y culta..

          Se complementaba de maravillas con Bolívar, quien era una persona hábil, ilustrada y de carácter. Poseía un gran dominio del idioma.

          Fatalmente, el idilio de lo que parecía la pareja ideal, quedó interrumpido

          Ocurrió cuando él insiste en regresar a América para luchar por la libertad de las colonias españolas.

          Los ruegos y súplicas para que que no se marchara, fueron inútiles. No lograron convencerlo. Su determinación era irreversible.

          La despedida fue dramática. Sucedió el 6 de abril de 1805. Como singular recuerdo, Bolívar le obsequió un anillo con la fecha del adiós.

          Un sentido y enternecedor abrazo, selló la amorosa relación. Nunca más volvieron a verse las caras. La distancia, sin duda, separó sus rumbos.

          LAS CONMOVEDORAS CARTAS

          A partir de ese crucial momento, las cartas fueron el único vínculo que los mantuvo en contacto. Esos escritos, los hacían sentirse cercanos,

          Juntos. Unidos. Como antes. Como siempre habían deseado que sean sus vidas. El destino se interpuso. Les trazó caminos diferentes.

          Entre aquella cariñosa correspondencia que, pese al tiempo se conservó, las dos últimas misivas son de colección.

          Porque constituyen una oda al sincero aprecio que se profesan dos personas cuya estimación se eleva a lo más alto de los sentimientos.

          En ellas, es la pluma la que escribe lo que les dicta el corazón.

          Cada una de las palabras representa un canto al amor, sin mencionarlo. Son verdaderos poemas.

          Describen aquello que, de manera inexplicable, estamos perdiendo como seres humanos.  Algo que jamás debe pasar de moda.

          Actuamos obsesionados por los asuntos materiales. Incompatibles con las sensaciones y los valores.  

          El enceguecedor culto al dinero. El dar más importancia a las cosas que a las personas, nos alejan de las más dulces emociones.

          Ingresen a su habitación. Apaguen todo. Menos la luz. Cúbranse con un invisible manto de absoluto silencio

          Lean estas enternecedoras cartas. Párrafo por párrafo. Con la mayor calma posible. Tómenle sentido a cada frase.

          Y, si por un instante, llegan a conmoverse hasta las lágrimas, tal vez, habremos logrado el sublime objetivo que anhelamos al publicarlas...

LA ÚLTIMA CARTA DE FANNY

 París, abril 6, de 1826

Dedico esta esquela para nosotros dos.

Hoy hace 21 años, mi querido primo, que usted dejó París y me dio una sortija que lleva esta misma fecha, 6 de abril; pero en vez de 1826, fue en 1805 cuando aquello sucedió.

Este anillo siempre me ha acompañado, trayéndome a la memoria el recuerdo gratísimo de una amistad que me aseguró, solo se extinguiría con su postrer suspiro.

¿Recuerda mis lágrimas vertidas, mis súplicas para impedirle marcharse? Su voluntad resistió a todos mis ruegos. Ya el amor a la gloria se había apoderado de todo su ser, y solo pertenecía a sus semejantes por el prestigio que les ocultaba el genio, que las circunstancias han aumentado.

Su resolución de alejarse de mi me hirió profundamente; pero hoy aquel valor tan firme lo eleva en mi pensamiento y lo coloca sobre todos los hombres.

He tenido y tengo aún la confianza de creer que usted me amó sinceramente, y que en sus triunfos, como en los momentos en que corría algún peligro, pensó  que Fanny le dirigía sus pensamientos.

Consérvese para la felicidad y la gloria del Nuevo Mundo; tengo todavía la esperanza de volver a verlo, de estrechar contra mi corazón al ser más digno que ocupa todos mis pensamientos, al objeto de mi profunda admiración.

Dígame, pero escrito de su mano, que me conserva una amistad verdadera… No tengo ya el derecho de ser exigente…

Si se encuentra en el apogeo de la gloria, dígamelo, y me congratularé con usted; si, al contrario, no se siente satisfecho, también es a mí a quien debe decirlo porque lo que concierne a usted será para mí más que mi propia existencia, más que yo misma.

Adiós, mi caro amigo, yo lo amo y creo que no es porque le he amado que le amo tanto. No sería imposible que fuese este un adiós para siempre. Dios sólo y usted pueden saberlo.

Conserve mi retrato; él será más feliz que yo, porque, al enviarle mi imagen, no tengo la facultad de prestar mi alma a mi fisonomía: si la tuviera, tal vez olvidaría usted mis años.

Adiós, mi querido primo:

Fanny Du Villars”

BOLÍVAR, ANTES DEL FIN...

Santa Marta, 6 de diciembre de 1830.

Querida prima:

¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro? Ha llegado la última aurora.

Tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.

Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz. Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan  Tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.

¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la mano que estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.

Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del mensaje del Congreso de Angostura.

¿No la reconoces, verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.

Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria. La gloria que entreví a tu lado en los campos de un sol de primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores, víctima de un inmenso dolor; presa de infinitas amarguras.

Te dejo el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter mis ojos.¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma en el peligro. Conmigo presidiste los consejos de gobierno. Tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses. Tuyos son también mi último  pensamiento y mi pena final.

En las noches galantes del Magdalena ví desfilar mil veces la góndola de Byron por las calles de Venecia. En ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras. Pero, no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma mostrada por las níveas castidades.

A la hora de los grandes desengaños. A la hora de las últimas congojas apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y de la fortuna.

Me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes. Me hablas y en tu voz escucho las dianas de Junín.

Adiós, Fanny. Todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías, se hunden en la nada.

Solo quedas tú como ilusión seráfica. Señoreando el infinito. Dominando la eternidad.

Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.

                                                                                                                 Bolívar

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario