sábado, 31 de agosto de 2024

Un detalle para destacar en el deporte: ¡Abrazos, canto y sonrisas, es muestra de su verdadera esencia...!

Invitaron a las peruanas a tomarse de las manos, hacer una ronda, cantar y bailar. (Captura de vídeo).      


            Bajó el telón del Mundial de Vóley Sub 17 jugado en Lima. China se coronó campeón. Perú logró el honroso sexto puesto.

            La bicolor cumplió un buen papel con el incondicional aliento de la afición que colmó las instalaciones del Eduardo Dibós.

            Hubo un choque que generó gran expectativa y dejó una particularidad para tenerla en cuenta.

            Perú enfrentó a Japón por el pase al grupo de los cuatro primeros lugares. Las orientales se impusieron por 3 a 1.

            Como se acostumbra en esta disciplina, las jóvenes japonesas se saludaron con las nacionales en el centro del escenario.

            Lo novedoso vino cuando las niponas invitaron a las nuestras a tomarse de las manos, hacer una ronda y, en un ramillete humano, bailar.

            Las visitantes, cuyo país inventó el karaoke, ya animadas, aprovecharon para entonar una versión tradicional de su país.

            Era la balada "Sukiyaki". Impulsada en el Perú, en la década del sesenta, por el cuarteto Los Doltons

            Sobre el nombre de la canción existe una curiosa anécdota.     Porque en el oriente es una comida. Lo que no se ajusta a la letra del tema.

            Nadie se explica hasta ahora por qué se le colgó ese título.

            En los labios de las japonesitas la melodía original es "Ue wo muite arukou", popularizada por Kyu Sakamoto.

            Más tarde, la Federación Peruana de Vóley calificó el amistoso gesto como "encantador y lleno de compañerismo".

            

Hermanadas, intercaladas y sonrientes, posaron para los fotógrafos. (Redes).


            La práctica de toda disciplina persigue "establecer relaciones sociales entre personas de diferentes culturas e inculca la noción de respeto".      

            Es el equilibrado, fraterno y transitorio encuentro de experiencias, capacidad física, habilidad, técnica y hasta picardía.

            La emoción contagia a los espectadores  e hinchas. Cualquier acción distinta, está reñida con su esencia misma.

            Al final, no hay distinción entre vencedores y vencidos. La competencia quedó atrás. Solo queda la satisfacción de haber compartido.     

            El abrazo, baile y sonrisas de las jugadoras, esa noche en el coliseo, es una evidencia que el deporte es mucho más que un partido entre dos equipos...

 

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