"Con semblante triunfador... Aleteando las manos al aire como un artillero verdadero...". (Correo).
Antes de escribir este artículo,
busqué una imagen para ilustrarlo.
El post de Paolo que inundó las redes
y se volvió viral tan pronto conocimos la decisión de la FIFA que lo suspendió
por un año.
Inclinado. Con el rostro afligido. La
copa del mundo en el suelo. En un campo desierto y sin césped. Bajo un tormentoso
cielo, fue lo primero que apareció en el monitor.
No. Dije. Pensando en cómo deseo que
me recuerden personalmente. Quiero a
Guerrero sonriente. Triunfador. Con la cara que todos le conocemos.
Con semblante triunfador. Aquel que
pone después de haber reventado las redes del arco contrario.
Aleteando las manos al aire como un artillero
verdadero. Corriendo en medio círculo. Abrazando a los muchachos de la bicolor.
Esa es la representación que está
impregnada en la mente de todos nosotros.
Aquella que es símbolo del objetivo
logrado. La meta alcanzada… Saboreando el almíbar del éxito.
La que convirtió a Paolo en ejemplo
para millones de peruanos. Y lo será por mucho tiempo.
En momentos que el infortunio lo
señala, aunque comprendemos que es muy difícil, le pedimos que se levante.
Debe hacerlo. Para devolvernos la
confianza y la fe que recobramos en mérito a sus grandes jornadas.
Como la velocidad, el coraje e
inteligencia para superar a su marcador y vencer a Romero la noche del 2 a 2
con Argentina en el Nacional.
O la increíble habilidad para llevarse,
solo moviendo el cuerpo, a Godin y dejar despatarrado a Muslera en la victoria
por 2 a 1 ante Uruguay en Lima.
Qué
decir del magistral tiro libre, pegadito al palo izquierdo de Ospina,
que la toca con los dedos y decreta el 1 a 1 con Colombia que nos puso en el
repechaje.
Perú estará en el Mundial de Rusia por
ti. Porque supiste conducir de la mano a tus compañeros hacia la victoria.
Y por tu entrega, el ímpetu. Esas
ganas para disputar la pelota y los inolvidables goles que convertiste. Aquello,
nadie lo puede objetar.
Por eso mismo duele más y emerge un
extraño vacío en el pecho, saber que no estarás en el lugar por el que tanto
luchaste. Nos harás mucha falta.
Queda una última esperanza.
Ojalá el cielo escuche tus plegarias.
Y, las nuestras, también.
Hoy y siempre, estamos contigo… ¡Gran capitán, Guerrero…!
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