domingo, 25 de febrero de 2018

La privacidad perdida


           Una chica de la televisión nacional se autodenomina como una Barby,  cuelga su opinión en las redes sociales y le llueven las críticas adversas.

          "La gente me ataca. Me insulta feo. Paren. No le estoy haciendo nada malo...", escribió y rompió en llanto. ¿Quién es el responsable de eso...?

          Otra, anuncia que quedó sorprendida al enterarse que estaba embarazada. ¿Y a quién le interesa...? Se supone que solo a su esposo.

          Un ciudadano cualquiera pone la foto del sánguche y el jugo que consume en la juguería del centro y una jovencita, una imagen exhibiendo su figura.

          Después de un rato, van al aparato para contar los "me gusta" que pulsan personas que no conocen y, tal vez, nunca en su vida las vean.

          Vivimos el mundo de las comunicaciones intensas. Hasta por gusto. Estamos conectados, que no es lo mismo que estar comunicados.

          Y, sin percibirlo, engrosamos los ingresos de empresas trasnacionales que encontraron su mina no en el desierto, sino en nuestros bolsillos.

          Algo que era impensable hace veinte años, es ahora una realidad, Revelamos nuestra privacidad de manera grotesca.

          Al extremo que ocurren desgracias inimaginables hace cincuenta años. Hay un exceso de exposición de parte nuestra.

          El Papa Francisco, que poco estuvo aquí, declaró que existe una obsesión en los jóvenes (y muchos adultos) por obtener el famoso "me gusta".

          "Abusan para lograr estándares fotográficos artificiales inalcanzables y esconderse detrás de máscaras y falsas identidades...", anota

          Añade que "existe un miedo a no ser amados, queridos, a no ser aceptados por lo que son..."

          "Las personas no son ridículas por lo que son, sino por lo que quieren aparentar ser...", es una frase que puede servir para reflexionar al respecto.

          Otra más corta. "Mira la esencia. No las apariencias..."

          El sumo pontífice nos invita a "salir de ese mundo irreal..." de aquellos instrumentos que nos exponen al juicio público.

          Arrastrados por la corriente de la moda y una hostilizante publicidad, hemos convertido el mundo en un callejón o un patio de vecindad.

          A ello, se agrega la aparición de una nueva necesidad. Aquella de tener que comunicarse a cada rato y la obligación de los otros de participar en lo nuestro.

          La escala de sujeción es tal, que hay gente que camina con el celular en la mano aunque no lo emplee.

          Expertos que trataron el problema, advierten sobre los efectos negativos que produce en el ámbito individual, social y hasta político.

          Incluso hay quienes comparan aquel grado de adicción y dependencia a la que genera el alcohol y el tabaco.

          No se discute la utilidad de las redes sociales. En absoluto. Son vitales en los casos de urgencia. El asunto es que su uso, se nos está yendo de la manos.´

          A propósito, Oscar Wilde sostenía que "No hay ninguna razón para que un hombre muestre su vida al mundo..."

          Al final, aunque no lo crea. Al planeta no le interesa lo que a usted le suceda...

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