Larga hilera de vehículos estacionados en el carril izquierdo del jirón Pizarro. Plena zona rígida del centro histórico.
Zona rígida es el
área urbana de una ciudad donde está prohibido el estacionamiento de vehículos.
Existen
el todas partes del mundo y están diseñadas para facilitar el tránsito peatonal
y evitar la congestión vehicular.
Según
el Reglamento de Tránsito un carro se estaciona cuando se detiene, con o sin
conductor, en la vía pública por un tiempo mayor al necesario para dejar o
recibir pasajeros.
El
centro histórico de Trujillo, constituido por el damero de nueve cuadras a la
redonda, está declarado zona rígida desde el siglo pasado.
Su
límite natural es el cinturón de 27 cuadras que comprende la avenida España en
toda su extensión.
A
pesar de su importancia para mantener el orden público e imagen de la urbe, la
ordenanza no se cumple. O, mejor dicho, nadie la hizo cumplir.
Peor
aún en las amplias avenidas y calles señalizadas convergentes donde el panorama
es semejante o peor.
La
falta de autoridad municipal es la causa del pavoroso embotellamiento que se
presenta en horas punta o cualquier momento.
Esta
situación se agrava debido al desmesurado aumento del parque automotriz para
felicidad de las empresas del rubro.
Hay
más autos. Es cierto. Pero, las vías centrales siguen siendo las mismas desde
la época colonial.
Como
no hay sanción y las multas son rebajadas hasta el 80 por ciento en navidad y
fiestas patrias, los pilotos se ríen en la cara de todos.
No
solo ellos. Contribuyendo al caos, están los motociclistas que se dan el gusto
de marcar zonas exclusivas de parqueo en el mismo centro.
La
cinta asfáltica de Trujillo histórico tiene tres apretados carriles. El
izquierdo casi siempre está ocupado.
Si
un automóvil se detiene a la derecha, como ocurre a diario en Gamarra, Bolívar
y Ayacucho, queda solo uno y empieza el atasco.
Tal
como sucede en la quinta cuadra de Junín donde, en la práctica, existe un
estacionamiento permanente.
La
escena se repite en otros sectores en forma tal que la gente avanza más caminando
que a bordo de un taxi.
¿Y
la ordenanza que lo prohíbe...? No pasa nada.
Amarillento
y con las puntas dobladas, el documento permanece traspapelado en el último
cajón del escritorio de algún funcionario municipal.
¿Por
qué...? ¿Quién es el responsable...?
El
burgomaestre y los regidores. Los mismos que elegimos cada cuatro años por voto
popular.
Y
no solo culpemos a la gestión actual. El incumplimiento y desinterés en hacer
respetar la zona rígida involucra también a los últimos alcaldes.
Hace
veinte años varias grúas recorrían el centro y remolcaban los coches estacionados.
Aplicaban dos multas. Una por incumplir la ley y otra por garaje.
Algún
interesado protestó. Le hicieron caso. Perjudicó la ciudad y allí la vemos. Ofreciendo
un deprimente espectáculo.
Con
motivo de la firma del Pacto ético, ciertos candidatos prometieron restringir
el ingreso de vehículos al centro y restaurar el olvidado Día sin auto.
Nadie
mencionó a las grúas que, en su momento, dieron excelente resultado y favorables
ingresos a las arcas ediles.
El
problema está allí. Se agrava cada día. Quien salga elegido el 7 de octubre. ¿Terminará
con ese pavoroso desorden...?
Porque,
hasta ahora, ningún alcalde lo hizo...
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