Gol de Guerrero a Uruguay. Muslera intenta lo imposible. Godín, el defensa, en posición por demás incómoda.
Dos
jugadores que la rompieron en su puesto para llevar a Perú al Mundial de Rusia
2018, fueron Paolo Guerrero y Pedro Gallese.
Compartieron
por última vez en el bullicioso estadio
de Sochi, en aquel histórico triunfo de despedida por dos a cero ante Australia.
Paolo
había conseguido una licencia a la sanción impuesta por la FIFA y anotó el
segundo tanto nacional de media chalaca.
Pedro,
por su parte, tuvo una actuación descollante bajo los tres palos. Como las que
nos tiene acostumbrados.
Durante
el largo período de las eliminatorias, ambos se convirtieron en las columnas
vertebrales de la bicolor.
Retienen
aún nuestras retinas, entre otros, los goles de "El Depredador" a
Romero, de Argentina y Muslera, de Uruguay, en el estadio Nacional.
Dejó
evidenciada en ellos, la excelencia de su juego. Velocidad. Disposición para
conducir la redonda con la cabeza y el pecho.
Y
esa habilidad única para esconder el balón entre las piernas y librarse
limpiamente de su marcador con el cuerpo.
Seguido
del letal disparo final que solo encuentra el descanso eterno en el fondo de
las redes contrarias.
Gallese en la Bombonera. Manos, brazos, piernas, cuerpo. Todo vale para impedir que la bola ingrese al arco.
Gallese
se impone porque da confianza atrás. Mostró su real capacidad en el ansiado
duelo ante Argentina en la Bombonera de Buenos Aires.
Con
sus felinas atajadas, frenó a Messi, el mejor jugador del mundo, y enmudeció a una fanaticada cuyos gritos
resoplaban en sus oídos.
El
arquero peruano enseñó que cualquier parte del cuerpo tiene valor cuando se
trata de atrapar o desviar la pelota.
En
el fragor de la contienda se produce un remate albiceleste. El guardavallas se
lanza hacia la derecha.
Alguien
se interpone y le cambia la dirección. Ya no hay tiempo para nada. El gol es inminente.
Pero, estira la pierna izquierda y el esférico va fuera.
Viene
un sorpresivo tiro por alto. Como impulsado por un resorte, se estira y la
acaricia hacia el córner por encima del travesaño.
Termina
el lance. Entrega su arco invicto. Desde ese instante, cuelga sobre su pecho un
nuevo apodo: "El Pulpo".
Por
eso y mucho más, Paolo y Pedro son ídolos de la hinchada peruana.
Como impulsado por un resorte, Gallese se estira y la acaricia hacia el córner por
encima del travesaño.
El
tiempo, imparable, ha continuado su marcha. Las eliminatorias y el Mundial,
quedaron atrás. El panorama es diferente.
Y,
por esas cosas que solo tiene el fútbol, Guerrero y Gallese volverán a
encontrarse en el gramado.
Sin
embargo, no será defendiendo los colores de la añorada blanquirroja, sino el
prestigio de sus respectivas escuadras.
Pedro,
luego de dos temporadas en la liga mexicana, viste ahora la camiseta de Alianza
Lima.
Paolo,
la del Internacional de Porto Alegre, que siempre apostó por él. En lo íntimo
de su ser, ansía prolongar el destino.
Sus
equipos integran el Grupo A de la Copa Libertadores y jugarán el partido de
revancha en Matute, que vio nacer al goleador.
Guerrero
regresará ese día a las canchas luego de cumplir los 14 meses de suspensión que
se le aplicó.
"Tiene
todo el deseo de reaparecer...", dice su entrenador. Es que está con la
"sangre en el ojo". Quiere demostrar lo que vale.
Se
esforzará por vencer a Gallese, quien aspira continuar siendo el titular indiscutible
de la selección de Gareca.
Dos
jugadores de gran calidad. Dos entrañables amigos que el mundo deportivo pondrá
frente a frente la noche del 24 de abril.
Uno
luchará por hacer los goles. El otro, por impedirlos. Un escenario que solo la
magia del fútbol, con toda su brillantez, es capaz de incubar...