En
medio de la pandemia que nos golpea, un reciente informe de Contraloría nos
hizo estremecer.
La
corrupción aumenta cada año en el Perú. La línea sube. No encuentra curva. Ni
meseta. Sin opción para descender.
Después
de un minucioso seguimiento a la ruta del dinero, se lograron resultados de
horror.
Durante
el año 2016 el país perdió 10 mil millones de soles por esa inmoralidad y 12
mil millones el 2018.
La
cantidad se duplicó el año pasado. Alcanzó los 23 mil millones. Una cifra de
escándalo.
Y una
realidad dolorosa. Por la forma como se esfuma un capital que podría utilizarse
de manera óptima.
El caso
Lava Jato es "emblemático".
Una muestra palpable que la corrupción es sistemática y se mantiene en el
tiempo.
Este acto
delictivo es un obstáculo para el progreso. Peor aún, si no encontramos
mecanismos para extirparlo.
Una
manera de lograrlo, según los expertos, es disponer de reglas claras que nos
comprometamos cumplir.
La
transparencia en el accionar de las autoridades y funcionarios debe escribirse
con tinta indeleble.
Un
constante rendimiento de cuentas y el limpio ejercicio en gestión, será para
recuperar la confianza perdida en la ciudadanía.
Ello
debe marchar de la mano a una eficiente legislación. Con sanciones ejemplares.
Que impidan la impunidad.
Cambiar
las prisiones suspendidas, que invitan a fruncir la frente y pasar la saliva,
por penas efectivas.
Archivar las inhabilitaciones por unos cuantos años. Quien es sentenciado por corrupto debe ser inhabilitado de por vida.
Que la pura
y sabia justicia no se preste al juego político.
De acuerdo
al mismo testimonio, 3,079 fueron procesados penalmente el 2019. La mayoría por
negociación incompatible, colusión y peculado.
Nos
traiciona. ¡Cuándo no...! El olfato periodístico. Del total. ¿Cuántos están
presos...?
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