Hace más de un año, el congreso quedó cerrado y votamos por el actual. Pensamos, entonces, en un favorable cambio.
Sin
embargo, al margen de algunos aciertos, resultó muy parecido al anterior.
Eligió
presidente en la comisión de Fiscalización a un congresista perseguido por una seria
indagación.
Y, con
retraso, nombró a la de Ética que hasta
ahora no da la talla pese a que los denunciados forman cola.
Inconductas
de diversa índole fueron archivadas y otras, ni siquiera investigadas.
Encarpetó
el tema de los 23 legisladores que cobraron 15,600 soles por gastos de instalación
viviendo en Lima.
Lo
justo era plantear la eliminación del bono. Así se evitaba a codiciosos reincidentes
el año próximo.
Fueron
perdonados los tres que viajaron al Cusco en vuelos humanitarios para gente
necesitada.
También
a los detectados, en plena cuarentena, bebiendo licor y fumando en fiestas y
reuniones prohibidas.
Otro,
que celebró su cumpleaños, supuestamente en el despacho de trabajo, con
asesores y conocidos.
Igual,
la legisladora que llegó al extremo de decir: "dan ganas de levantarse
contra el país...". ¡Qué tal afrenta...!
Están
los casos emblemáticos, como el de José Luna. Denunciado por retener los
aportes de los trabajadores de su empresa.
Así
mismo, Edgar Alarcón, a quien la Fiscalía investiga por acciones dolosas cuando
se desempeñó como contralor.
O quien
tuvo expresiones racistas contra el expremier Vicente Zevallos.
Josep
Pérez fue el colmo. Se atrevió mentar la madre al mismo presidente Martín
Vizcarra. ¡Y no pasó nada...!
¿Dejadez
o confabulación...? ¿Cómo calificar tanta inercia...?
Los
miembros de cada comisión reciben una retribución adicional por su
"trabajo".
Una
manera fácil de ganar dinero y quedar bien con el resto.
Aunque
omitan su función, compromiso ciudadano y... no sancionen a nadie...
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