El
tiempo se pasó volando y en julio del otro año estrenamos nuevo presidente.
Como ha
sucedido últimamente, hay más candidatos de los necesarios. A ese ritmo,
podríamos batir un récord.
Signo
característico de la política criolla sustentada en el supuesto deseo de
"trabajar por el pueblo".
Esta
vez, quien sea elegido, no la tendrá tan fácil por los problemas a causa de la
pandemia.
Con
descarnado espíritu realista debe escoger un selecto equipo para enfrentarlos.
Cifras
oficiales indican un desplome del 12 % del PBI. La Organización Internacional
de Trabajo anota un 30.2% en el segundo semestre.
La
misma OIT señala que el ingreso laboral ha retrocedido cerca de nueve años.
Igualmente
que Perú cayó 20 posiciones en el ranking de complejidad productiva entre 1998
y 2018.
Revela,
además, que el impacto del coronavirus en la economía nacional demostró que
hemos vivido un "espejismo de crecimiento".
Clarifica
también que no podremos salir de esta crisis recuperando el tipo de crecimiento
aceptado hasta ahora.
Lo
identifica como aquel que "concentra gran parte del PBI en pocos,
generando informalidad en el mercado laboral, desigualdad de ingresos y
oportunidades..."
El
organismo enuncia una falla estructural que ningún gobernante se atrevió
enfrentar.
Busca
explicarse cómo, en esta tierra de promisión, no hayamos logrado transformar,
ni diversificar nuestra capacidad productiva.
Esa es
la clave del desarrollo. Adiós a ser eternos exportadores de materias primas e
importadores de productos elaborados.
De
manera directa, la OIT devela la problemática heredada durante años y la
solución que debe asumir el próximo gobierno.
Ello se
resume en impulsar la industrialización del país.
Y comprometerse
a adoptar la sabia actitud del estadista. Trabajar por el Perú con
responsabilidad, honestidad y austeridad...
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