"Dime"
es una, casi olvidada, balada de José Luis Perales que escuchamos en los
ochenta.
Gusta
porque plantea una serie de interrogantes que hasta ahora no encuentran
respuesta. Lean unos versos:
"Dime. ¿Por qué la gente no sonríe...?.
¿Por qué las armas en las manos...?. ¿Por qué las bombas radiactivas...?. ¿Por
qué los viejos olvidados...?".
La rescatamos
de las tinieblas a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania desatada hace unos
días.
Y,
nos impulsó a preguntarnos. ¿Cuál es el origen de las guerras...?.
Entre
otras, irrumpieron tres palabras. La codicia humana.
Puesta
de manifiesto por ciertos gobernantes, autoridades o personas comunes y corrientes.
Quienes
actúan en función del irrefrenable deseo de poseer riquezas, bienes materiales,
estatus o poder.
La
avaricia vehemente conduce, en ocasiones, a cometer actos dolosos o de
corrupción.
Y, sin
el menor escrúpulo, manchan el apellido que, entre sonrisas, les otorgaron sus
padres. En lugar de darle brillo.
Para
los codiciosos no basta el don supremo de la vida, la vitalidad de la salud, el
valor del trabajo, ni la tranquilidad en el hogar.
Olvidan
que la existencia del ser humano es solo un suspiro en la eternidad.
Que
aparecemos y nos despedimos de la Tierra tal como hemos venido. ¡Desnudos...!
No
nos llevamos ni un céntimo en el "traje de madera", como lo llama
Sabina. Peor aún. la llave del auto del año. "Nada trajiste y nada te llevarás...".
Tratemos
de ser sinceros, dignos y honestos. Con nosotros mismos y los demás.
"No hagas a otro, lo que no
quieres que te hagan..."
Y,
como aconseja la letra de "Desiderata": "Seamos cautos. Esforcémonos por ser felices..."
La canción del inicio
termina así:
"Dímelo
Dios. Quiero saber. ¿Dónde se encuentra toda la verdad...?".
"Aunque
queda alguien que, tal vez, lo sabrá... ¡Pero, yo... No...!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario