La semana que iniciamos hoy es la última del 2022. Un año movido. En el que hubo de todo.
No
fue un buen período, si nos atenemos a las palabras del poeta y ensayista
estadounidense Walt Whitman, quien dijo:
"El mejor gobierno es el que deja
a la gente más tiempo en paz...".
Los
doce meses transcurridos no fueron justamente de tranquilidad y sosiego.
Nos
invadió la incertidumbre y preocupación por no saber a dónde íbamos.
Preguntábamos
y nos respondíamos nosotros mismos.
Porque no hubo explicación alguna del gobierno cuyo único signo fue el
silencio.
El
panorama se ensombreció con las denuncias judiciales e informes periodísticos.
Resultado.
La nula inversión extranjera y privada. Con negativas consecuencias en la
economía nacional.
Pudo
ser peor. Pero la sólida reserva fiscal.
Acumulada durante décadas, sirvió de soporte para frenar la debacle financiera.
La
delincuencia quiso aprovecharse de la debilidad política y allí estuvo la
policía, con limitaciones que deben superarse, para hacerle frente.
Hasta
que llegó el 7 de diciembre que marcó un hito en la historia del Perú.
Continuó
un estallido social con atropellados pedidos. Preparado con anticipación, según
los expertos.
Habrá
adelanto de elecciones. Respetando los plazos exigidos por el Jurado Nacional de
Elecciones y la ONPE.
Es
obligatoria la reforma política y electoral para evitar advenedizos de
candidatos. Fatalmente, cualquiera no puede ser presidente. Ni congresista.
Necesitamos
gente honesta. Estrategas. Profesionales con dominio de gestión pública. Que
nadie llegue a aprender. ¡Basta de improvisados...!
Démosle
la oportunidad a una mujer para que nos gobierne. Ha demostrado temple y no necesita
un papel para hablar.
No
teme a las conferencias de prensa y a menos de 15 días de asumir, ya declaraba
en canales de tv y radio.
Una
asamblea constituyente en tiempo de ánimos caldeados al clímax y
desconocimiento ciudadano, es una necedad.
¡Que
el 2023 sea de paz, esperanza, progreso...! ¡Y mentes reflexivas...!
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