Una imprevista y severa afección digestiva, nos obligó acudir a emergencia del hospital Albrecht.
Un edificio originalmente diseñado para ser oficinas del desaparecido IPSS y que, por el clamor ciudadano, se adaptó como nosocomio.
Contra lo que hubiese sido nuestra voluntad, permanecimos algunos días allí.
Suficientes para conocer el denodado esfuerzo de médicos, enfermeras, técnicos, personal de cocina, limpieza y mantenimiento.
Esa responsabilidad para estar en vigilia durante toda la noche esperando el llamado de los hospitalizados.
La constante tarea en cada sala por detalles como medir la temperatura, presión y saturación. O brindar un medicamento.
Nuestro reconocimiento a los médicos Ibáñez, Cabanillas, Gavidia y Rosales, por su disposición y entrega.
Sabemos que el personal completo del ministerio de Salud solicita reivindicaciones económicas desde anteriores gobiernos.
El Estado posee dinero. Lo acaba de confirmar Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva, en una nota aquí comentada.
Entonces, lógico es atender sus demandas. De paso, abastecen las farmacias y ejecutan necesarias implementaciones.
Cuando ingresé al Albrecht, ocupé una sala habilitada para cuatro pacientes.
Pronto llegaron, con sus propias dolencias, los tres restantes. Con ellos, hice una inesperada amistad.
Luis Flores, es administrador en un restaurante de una cadena trujillana. Tiene sus propios proyectos,
Marco Juárez, empresario liberteño. Ama hasta los huesos a Pataz y su gente. Los promociona cada vez que tiene oportunidad.
Por él, conocí en foto, la impresionante Cruz del Marañón. Pulida en piedra por la naturaleza en una de las márgenes del río.
Y, Junior Díaz. Un promisor estudiante de marketing cuya especialidad es generar necesidades en las personas. ¡Pobre de nuestros bolsillos...!.
Sus metas, como deben ser las de todos los jóvenes, no tienen límites.
En cuanto a mi, solo espero obtener una cita externa para que el galeno me informe cómo quedó este organismo que me acompaña tanto tiempo...
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