lunes, 12 de febrero de 2024

Ayacucho, el último vestigio de los cines: ¡El local que divirtió a miles de trujillanos se vende...!

El local del cine Ayacucho, que divirtió a miles de trujillanos, está en venta

            


             Era aún niño cuando Trujillo limitaba con la avenida España al  oeste y norte, la calle Unión al este, el barrio Chicago y el óvalo Grau al sur.

            La Esperanza, Florencia de Mora y El Porvenir, recién nacían.

            Los robos eran escasos. No habían crímenes.  Ni patrulleros. La comisaría de Ayacucho bastaba. Y, de sobra.

           La gente vivía feliz. Cada semana, programaban fútbol en el Mansiche. Con solo dos tribunas: sombra y sol. Hoy, occidente y oriente.

            Se divertía en bailes sociales organizados por algún club y los cumpleaños. Iban al parque o salas cinematográficas.

            El Municipal en la calle Bolívar, Popular en Ayacucho, Pueblo en Junín, Libertad en Carrión y Chimú en la plazuela Gonzales Prada.

            Inauguraron después Trujillo y Venus, en la avenida Perú. Sagitario en Vallejo e Ideal y Primavera en Orbegoso.

            Cambió de nombre el Popular por Ayacucho.

            Las décadas del 50 al 80 fueron de esplendor para actores y películas.

            Funciones diarias eran matiné, vermouth y noche. La demanda amplió matinal y medianoche.

            El público formaba largas colas para ver las cintas de estreno.

            La entrada variaba según la localidad. Platea, mezzanine o cazuela.

            A fines de los 80, con la aparición del VHS, las películas podían verse en casa. Comenzó el declive de  las salas de cine.

            Algunas fueron convertidas en centros bíblicos, comerciales o almacenes. El Pueblo, fue borrado del mapa.

            Como reliquias, quedan, el Municipal y Chimú para actos culturales y el Ayacucho que conserva su nombre en la fachada

            Siendo adolescente, el Popular estrenaba el film "Y Dios creó a la mujer", con la hermosa actriz  Brigitte Bardot.

            El más alto de los amigos de Diego de Almagro logró comprar los boletos. Solo faltaba entrar. Un policía lo impidió. No teníamos 21 años.

            Cabizbajos, tristes y decepcionados, retornamos a casa.

            Esa noche, dormimos con la ilusión de soñar siquiera con la mujer más bonita del cine que lucía su belleza en el écran del local que hoy está en venta...  

 

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