El mes de agosto se fue. Pero, dejó en el ambiente dos declaraciones para la reflexión en la ciudadanía.
La primera pertenece a una exministra
que amenazaba excluir la responsabilidad del Estado, con un controvertido proyecto
sobre el agua.
Ocurrió en Juliaca, Puno, a donde
acudió para inaugurar una iniciativa del sector. Al dirigirse a la población,
pronunció:
“Yo les pido, con profunda
humildad, que recen por todas las autoridades para que no flaqueemos, para que
no seamos tentados en robar”.
A su vez, el arzobispo capitalino,
durante la misa en homenaje a Santa Rosa de Lima, aprovechó para invocar a las
autoridades y políticos.
“O Dios o el dinero. Eso es muy importante para nosotros en este momento, porque
las locas ilusiones son por ambición y por dinero mafioso”, dijo.
Recalcó
que todo debe ganarse de manera honrada y en la necesidad de poner a Dios por encima de la
plata.
Hasta después de la mitad del siglo
pasado, solía ubicarse en la plazuela San Agustín de Trujillo, un hombre con su
equipo completo.
Constaba de un trípode, una caja y un
travieso monito.
Mientras el animador movía una manizuela
para emitir música, el simio saltaba de un lugar a otro dando la impresión que
bailaba.
El espectáculo concitaba la atención
de la gente.
Si alguien deseaba conocer su "suerte",
pagaba unas monedas y el mono extraía, de una cajita, un papel con la
adivinanza.
Nació así la popular expresión: "Por la plata, hasta el mono
baila".
La frase bien podría aplicarse a
ciertos políticos y autoridades de la actualidad que consideran al dinero como
su único dios.
La corrupción es enemiga del
desarrollo. Solo se extirpará cuando haya una real transformación en quienes
ejercen el poder.
Cuando valoren el dinero público
como sagrado y que debe emplearse exclusivamente
para hacer obras. No en beneficio propio.
Contratando profesionales íntegros.
Capaces de cumplir con su trabajo. No improvisados.
Si nadie cambia, seguiremos flotando
o peor, naufragando. Y ellos, bailando. ¡Como monos, por la plata...!
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