Cada vez que los ciudadanos condenan
las imperdoables limitaciones y errores
garrafales de los congresistas, terminan en una conclusión.
Que cuando una entidad privada, necesita
personal, convoca un concurso. Revisa el currículo vitae, verifica su
autenticidad y la entrevista.
Incorpora así a los mejores.
Profesionales calificados para contribuir a elevar la productividad y progresar.
En la política nacional que, entre
otros objetivos, aspira catapultar el desarrollo del país, sucede todo lo contrario.
Según la Constitución, para ser
congresista basta haber nacido en Perú, tener 25 años y poder votar.
No se solicita ninguna experiencia en el sector público o
particular, nivel profesional, ni título.
Ni siquiera estar trabajando. Es decir. ¡Nada...!
Entonces. ¿Cómo les podemos exigir eficiencia,
transparencia y honestidad a quienes ejercen el poder...?.
Boluarte es de la
escuela de Castillo. Entre otros cuestionamientos, ambos odian a la prensa.
Los congresistas dan vergüenza por su
ignorancia supina. Acaban de hacer el ridículo ante el presidente del BCR.
Velarde les desnudó hasta el alma por
su ínfima noción de la labor de los entes del Estado: Pese a integrar uno de
ellos.
A la mayoría, ser congresista solo
le sirve para acumular dinero y elevar de estatus. El problema es ancestral. ¡Basta ya de improvisados...!
La democracia auspicia el gobierno del
pueblo. Sin embargo, nuestra realidad es distinta y compleja. Es obligatorio dar
pasos previos.
Como crear un instituto, academia o lo
que sea, para capacitar a los futuros representantes. Nuestro destino está en
sus manos.
Nunca será tarde para preparar a los
aspirantes a conducirnos. Quien no
aprueba, no postula. Lo importante es el porvenir del Perú.
Podría verse selectivo. Pero,
cualquiera no puede ser congresista. Mucho menos, presidente. Lo que tenemos,
es una pruéba de ello...
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