Bajó el telón del 2024 con el anuncio de aumentos a dos sectores del país.
Antes
del Año Nuevo, Dina Boluarte informó que el sueldo mínimo será elevado de 1,025 a 1,130 soles, a partir del 1 de enero.
"No podemos permitir que el Perú crezca a
tasas altas y que ese crecimiento no se perciba en el bolsillo de los trabajadores", dijo.
Expertos
indicaron que la medida afectará a los pequeños empresarios que laboran en
la "frontera" entre ser formales o informales.
Jesús
Salazar, expresidente de la SNI, la calificó de "populismo puro" para
"congraciarse con la población".
Otro incremento salarial de 100 soles es para los empleados
públicos y CAS, beneficiados con tantos feriados. Igual, desde el 1 de enero.
La
asignación es remunerativa y pensionable. Servirá para el cálculo de beneficios
laborales.
Bien
por ellos. Pero, al otro lado de la vereda, se desatiende un afligido grupo. Olvidado
por sucesivos gobiernos.
Los cesantes y jubilados que, durante años de intenso trabajo, dejaron parte de su vida en las dependencias del Estado.
Aquellos
por los que un expresidente se atrevió a decir que "no necesitan plata por estar en sus últimos años".
Una
incalificable ofensa que, fatalmente, se "permite"
en esta etapa de "crecimiento a tasas altas".
En particular para quienes pertenecen a la mezquina ley 20530.
Los relegados. Los que no gozan de doble sueldo, bonos, canasta, ni tarjetas. Sus míseros 300 soles de Navidad se esfumaron en medicinas..
La
tercera edad, además de otras necesidades, exige dinero para sus males. La senectud
digna, es un sueño inalcanzable en el Perú.
Muchos
reposan en la soledad del rincón de una lúgubre habitación.
Esperan
que, un día cualquiera, algún presidente que gobierne para todos, perciba su mudo
reclamo...
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