Hiroshima devastada,
después de la hecatombe.
“No solo en la
piel crecen cicatrices.
Más profundas son
las
heridas del
corazón.
¿Se curarán
alguna vez…?”
(Kazuo M.)
El 6 y 9 de agosto de 1945, hace 80 años, las
bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos mataron a 140.000 personas en
Hiroshima y 70.000 en Nagasaki, Japón, en la peor hecatombe bélica del siglo
XX.
El artefacto arrojado sobre la primera ciudad era de uranio y
pesaba 4,400 kilos. Medía tres metros de largo y 71 centímetros de diámetro.
Fue impulsado de un
bombardero B-29 desde 10,450 metros de altura y explotó a una altitud de 600 metros
a las 8:15:45 de la mañana,
El día, que parecía uno
más del verano oriental, se hizo de noche. Unos cuantos ciudadanos, con heridas
expuestas, deambulaban. La escena era desgarradora.
Además de las miles de
pérdidas humanas, las materiales fueron inconmensurables. Faltaron lágrimas
para mitigar tanto dolor.
PARQUE MEMORIAL DE LA PAZ
En el fatídico lugar de
mayor impacto y mortandad, se levantó el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima. Conocido también como la Cúpula de
Genbaku.
Se trata de la estructura del único edificio que
permaneció en pie en las cercanías del punto donde explotó la primera bomba
atómica de la historia.
Dentro del cercado se
encuentra el Museo Conmemorativo de la Paz. Identificado como Heiwa Kinen
Shiryōkan, en japonés.
La pinacoteca está dedicada
a recordar, a través del tiempo, a los miles de fallecidos en la catástrofe y su
misión es promover la paz.
Expone a la vista de los
visitantes objetos y testimonios relacionados con los inocentes afectados del atroz
bombardeo.
El pabellón central de la
sala ofrece una impresionante muestra de cosas personales halladas entre los
restos del área devastada.

El reloj detenido a
la hora de la explosión.
Es imposible dejar de conmoverse
al observar el magullado reloj de color negro, perteneciente a una agobiada víctima
de quien jamás se conoció su nombre.
Conserva
aún sus delgadas manecillas, detenidas exactamente a las 8:15, hora de la
detonación. Es el mudo e inerte símbolo de la desgracia.
El edificio también tiene vistas hacia el
Cenotafio Memorial, la Llama de la Paz y la Cúpula de Genbaku.
FAROLES FLOTANTES

Los faroles
flotantes surcan las aguas del río Motoyasu.
A un costado del Parque
Memorial de la Paz, fluyen las apacibles aguas del río Motoyasu, uno de los brazos
del Ōta.
Su importancia radica en que
el 6 de agosto de todos los años, concentra en sus riberas personas de diversas
edades.
Meditando. En absoluto silencio. Con suma reverencia,
elevan una plegaria plagada de emoción al cielo en su inmensidad
Casi simultáneamente, depositan
sobre la ondeante superficie vistosos y multicolores faroles flotantes de diversa
dimensión.
En la tranquilidad de la
abrigada noche veraniega, ver irrumpir las parpadeantes luces y alejarse balanceándose
arrastradas por la corriente, imaginan un íntimo encuentro con las almas de los
desaparecidos.
Aquel místico ritual es una
forma de conmemorar a los mártires del bombardeo y una profunda imploración por
la concordia en el orbe.
La actividad es uno de los
eventos de la ceremonia típica del Tōrō Nagashi. Contiene un hondo significado
simbólico de evocación y esperanza.
Es la festividad del Obón o de los difuntos que en
Hiroshima se celebra en memoria a los caídos a causa de la bomba.
El Cenotafio
levantado en honor a las víctimas
El Cenotafio en honor de los damnificados, es un
monumento sencillo y emotivo ubicado en el Parque Memorial de la Paz.
Consiste en un enorme arco de concreto que cubre
un mausoleo. En el interior reposa una sobria tumba vacía.
TRAGEDIA DE LOS SOBREVIVIENTES
Hibakusha es el término
con el que se identifica a quienes sobrevivieron al espanto de los bombardeos
atómicos.
La palabra literalmente significa
"persona bombardeada" e incluye a quienes sufrieron los efectos directos
de las explosiones o la radiación.
También a los hijos de
madres embarazadas que estuvieron expuestas a sus destructivas consecuencias.
De los 650.000 hibakushas reconocidos por el gobierno
nipón, muchos experimentaron secuelas durante décadas o murieron después por
varios tipos de cáncer,
La mayoría tuvo que luchar contra el rechazo
social. No podían encontrar trabajo, ni casarse. Por el miedo a tener hijos con
malformaciones.
En 1956, varias asociaciones y perjudicados formaron
la Confederación de Japón de Organizaciones de Víctimas.
El nombre fue luego acortado
en japonés a Nihon Hidankyo, que se convirtió en el mayor y más influyente
grupo de hibakushas.
Desde entonces, la
institución se convirtió en el movimiento base de supervivientes de las bombas
atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
DESGARRADOR TESTIIMONIO
En mayo del 2023, durante la
Cumbre del Grupo-7, celebrada en Hiroshima, el octogenario Hiroshi
Shimizu dio su testimonio a la prensa como hibakusha.
Contó que, a los tres años
de edad, cuando la bomba fue lanzada, perdió a su padre tras dos meses de
agonía.
Con su madre, sobrevivió de
milagro porque su casa, situada a solo kilómetro y medio del hipocentro, fue
barrida por la descomunal y ardiente onda expansiva.
“Poco después de la bomba, empecé
a sufrir de diarreas muy fuertes. Tal como sucedió con otros heridos de
Hiroshima”. sostuvo.
Explicó enseguida: “Hasta
que cumplí los 12 años, durante el sexto curso, siempre
tuve problemas del estómago y sentía mucho dolor en la
parte baja del cuerpo.
“También me sangraba
terriblemente la nariz. Cuando me levantaba por la mañana, tenía la almohada y
el cuello llenos de sangre.
“Afortunadamente, todas esas
dolencias se me pasaron en la juventud y hasta pude dedicarme a una de mis
pasiones: el montañismo”, relató, enseñando fotos de sus escaladas.
Pero, cuando cumplió 50 años,
comenzó a padecer enfermedades del riñón, el corazón y la médula
espinal, comunes entre los supervivientes.
“Lo más aterrador de las
bombas atómicas es que sus efectos siguen sintiéndose cincuenta años después”,
se lamentó Shimizu.
La cúpula de
Genbaku, tal como quedó tras el desatre.APAGAR LA LLAMA PÓSTUMA
Para que ese sufrimiento no
pasara a otra generación, él y su esposa, quien era también superviviente
aquejada de enfermedades, nunca tuvieron hijos.
Tan férrea decisión la adoptaron
luego de constatar aterrorizados los monstruosos fetos deformados
por la radiación.
Algunos sin ojos, ni
cerebro, que se conservaban en botellas de formol en el hospital de la Cruz
Roja de la ciudad.
“Ahora que somos viejos,
sentimos que nos falta algo en la vida”, confiesa apenado mirando la Cúpula de
la bomba atómica de Hiroshima.
A su alrededor, el Museo y
el Parque de la Paz recuerdan el pavor nuclear y el Cenotafio honra a los
fallecidos frente a una llama perpetua.
Hay la ferviente esperanza
que esa hoguera póstuma solo se apague cuando desaparezcan de la faz de la
Tierra las 12,500 bombas atómicas que hasta ahora
existen.
NOBEL DE LA PAZ
El año pasado, el Nobel de la Paz fue otorgado a
la organización japonesa Nihon Hidankyo.
La distinción se la entregó el Comité Nobel Noruego como
reconocimiento a sus esfuerzos para lograr un planeta libre de armas nucleares
Igualmente, por demostrar con sus testimonios que dichos
artefactos no deben volver a utilizarse nunca más
Conjuntamente con el galardón, Nihon Hidankyo recibió un
millón de dólares (900.000 euros), que le permitirá continuar en su noble
campaña.
Los expertos la consideran como una decisión que la honra
y es oportuna por la tensión nuclear de las guerras
en Ucrania y Oriente Medio.
Según el último censo, 106.825
hibakushas seguían con vida. Tienen una edad promedio de 85 años.
A ellos, y a su infatigable
lucha, está dirigido este premio cuando la amenaza de las armas nucleares no se
ha extinguido.
Acerca de los conflictos
entre naciones y el empleo de elementos que exterminan a la humanidad, el
paleoantropólogo español José María Bermúdez de Castro, nos brinda una frase
para reflexionar:
“Somos primates con
armas destructivas…"