Cobrar el bono de instalación cuando no corresponde es antiético, amoral y avergüenza.
Conocida es la escena del billete abandonado en plena calle
para ver las distintas reacciones de los transeúntes.
La persona honesta, distraída o indiferente pasa de largo.
El “vivo” piensa que está en su día de suerte. Le pone el pie encima. Y se lo
lleva.
Esta circunstancia nos vino a la mente al enterarnos que
nueve congresistas cobraron el bono de instalación sin merecerlo.
Para justificarse recurrieron a insólitas explicaciones. Sin
embargo, su inocultable espíritu codicioso quedó grabado en el sentimiento
popular.
Al inicio de cada ejercicio gubernamental, aparte de su
sueldo, los legisladores están facultados para recibir este controvertido
aporte.
Consta de 15,600 soles, una remuneración completa. Equivalente
a unos dieciocho salarios mínimos. Lo que ganan millones de peruanos en un año
y medio de trabajo.
Rige desde el 2001 y está destinado a los representantes
del interior del país y, de manera inconcebible, se extiende a todos.
En el 2006 las bancadas acordaron que los reelectos y los
representantes de Lima y Callao no debían cobrarlo.
Cinco años después, se ratificó esa determinación, aunque
algunos representantes (¡Cuándo no...!), no lo respetaron.
Martín Belaunde Moreyra, elegido por Lima, dejó un nefasto
precedente. Sin descaro, declaró que utilizaría el monto íntegro en arreglar su
auto (?).
El año pasado volvió a ratificarse el acuerdo. A pesar de
eso, hace unos días se informó que ochenta cobraron el bono.
Entre ellos y, de manera increíble, nueve representan a
Lima y Callao. Además de otros reelectos.
Los capitalinos fueron Víctor Albrecht, Francesco Petrozzi
y Estela Bustos de Fuerza Popular, Edwin Donayre (APP) y Jorge del Castillo
(PAP).
Y, entre los reelectos figuran Karla Schaefer y Esther
Saavedra (FP), Justiniano Apaza (FA) y nuestro conocido Elías Rodríguez (PAP).
Esto fue lo que dijeron, en resumen, al ser abordados por
la prensa:
Petrozzi señaló que tuvo que mudarse desde Alemania, a pesar
que cuando era candidato anotó que vivía en San Borja. Albrecht no dio la cara.
Bustos se escudó en una asesora para indicar que se
trasladó del Callao a Lima por la inseguridad que existe en el puerto.
Electo por Lima, Donayre señaló que el dinero lo empleó en
“un acto de solidaridad” con Ayacucho, su tierra natal.
Por su parte, Schaefer que había destinado el monto a
construir dos aulas en Piura y Saavedra solo arguyó “razones personales”.
Mientras Apaza empleó la plata para instalarse en la
capital, Elías juró que la utilizó en “ayuda social”.
Curtido en esta clase de avatares, un huidizo Del Castillo,
se limitó a repreguntar en la web: “¿Es ilegal…?”.
Tal vez no sea
ilegal. Pero, sí es antiético. Amoral. Y da vergüenza. Por lo menos, a los que
todavía la tienen.
Ocurre que, pese ganar un dineral, algunos se deslumbran ante
el dinero fácil y tratan de aprovechar lo mínimo. Así como el billete en el
suelo.
Más aún si las normas se prestan para ello. Basta decir que
no están obligados a rendir cuentas sobre el uso dado a ese bono.
Aunque no les importe, la dignidad existe y hechos como
éstos atentan contra su imagen, sus grupos políticos y el mismo congreso.
No olviden que, en la vida, no todo es dinero…