lunes, 20 de marzo de 2017

Aprendamos la lección: ¡Para que no se repita...!


Primer día del desborde de la quebrada de San Idelfonso en la intersección de la avenida América Norte y Valcárcel.


          La furia de la naturaleza, representada por lluvias y huaicos, azotaba la sierra central, el sur y el norte del país.

          Por una extraña circunstancia, los pobladores de Trujillo y La Libertad éramos simples espectadores. Nada nos afectaba.

          Solo hasta la semana pasada que una torrencial precipitación, que nos mojó a todos, causó serios daños. Fue el inicio de la desgracia.

          El siguiente día, la quebrada San Idelfonso, a causa de las intensas lluvias en la sierra del interior, rompió su barrera natural

          Recorrió por lo siempre fue su lecho original, ingresó al centro histórico por tres ramales, pasó por San Andrés y llegó hasta Víctor Larco.
Ya caída la noche, dos personas cruzando la avenida 9 de Octubre.

          Las actividades, incluyendo el transporte, fueron interrumpidas. La trágica escena del año 1998 volvió a la memoria de manera inconsciente.

          Con la ciudad empolvada, vino una aparente tregua. Pero volvió a repetirse. Esta vez, con la rotura de las quebradas del León y San Carlos.

          Los destrozos aumentaron y las pérdidas materiales, hasta el momento, son incalculables. Quedó una secuela de angustia y desolación.

          La tarea ahora es proporcionar la ayuda necesaria a las familias que perdieron sus viviendas, enseres y quedaron sin nada.
Colocando bolsas de Arena en el jirón Mauricio Simons para impedir que el agua ingrese a la zona.


          ¿Qué pasó...? Una de las causas fue la falta de planificación urbana y ordenamiento territorial para evitar construir viviendas en el cauce de los ríos.

          Lo inconcebible fue no capitalizar el impacto de hace veinte años y, peor aún, no ejecutar obras de canalización en las vertientes de las quebradas.

          En países desarrollados, es obligatorio dejar libres las áreas ribereñas donde se construyen campos deportivos y parques recreacionales.

          A unos cien o más metros de distancia, en ambos flancos, se levantan muros protectores de varios metros de altura, tan anchos que sirven como carreteras.

          De ocurrir un desborde, lo único que podría ocasionar el agua es  invadir las áreas verdes, quedando embalsada en esa amplitud lateral.

          La vida y la propiedad humana tienen sumo valor, Por eso las casas se construyen en lugares seguros y sobre terrenos firmes. Las invasiones no existen.

          Las calles de las ciudades cuentan con canaletas a ambos costados de la pista y cumplen una vital función de drenaje en casos de lluvias.

          Poseen sus propios colectores de evacuación pluvial, independientes del sistema de desagüe para impedir que colapsen en situaciones imprevistas.

          Consideramos que serán estas las preocupaciones primordiales de las autoridades tan pronto sean superados los difíciles momentos que vivimos.

          Vale destacar la solidaridad de los trujillanos que se unieron para colocar bolsas de arena en puntos críticos para proteger sus viviendas.

          Igualmente, la contribución de algunas empresas, instituciones y familias  que brindaron el apoyo correspondiente a los damnificados.

          Mientras el gobierno alardea que tiene dinero para la reconstrucción, esperamos que alcance y sea utilizado con prontitud y transparencia.

          La naturaleza nos ha demostrado su poder. ¡Cuidado...! que tiene actividad cíclica. Debemos estar preparados para el próximo y los años siguientes.

          Incidamos con responsabilidad en una cultura de prevención. Aprendamos la lección para que esta tragedia nunca más se repita...

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