martes, 4 de julio de 2017

¿Señora o señorita…?: ¡Dígale señorita y saldrá ganando…!

Si usted está delante de una dama, ante la duda,  dígale señorita. Notará, de inmediato, que sale ganando. (System electric). 

          Un suceso anecdótico, digno de comentar, ocurrió la semana anterior en el devenir político del Perú

          Fue a raíz de las frases expresadas por un congresista conversando personalmente con la ministra de Salud.

          Ella había sido convocada al congreso para participar en una sesión programada por la comisión de Defensa del Consumidor.

          En el transcurso de la reunión, al dirigirse a la titular de cartera, el parlamentario pronunció:

          -- Señora –se detuvo, hizo un silencio y preguntó-- ¿Señora o señorita…?

          -- ¡Señorita…! --respondió la ministra, en tono enfático, seguido de un posterior exabrupto del interlocutor.

          El caso se presenta también con los periodistas de radio y televisión.

          ¿Cuántas oportunidades se ha encontrado usted en ese mismo dilema…? ¿Qué es lo aconsejable...?

          Eso, no se aprende en el colegio, el instituto, ni la universidad. Surge en el ambiente de la propia relación interpersonal.

          Y, depende de cada uno de nosotros idear cómo comunicarse para lograr el éxito deseado al comenzar un diálogo.

          El hecho me trasladó, en el tiempo, a la década del sesenta. Durante mis albores como redactor principal del diario La Industria de Trujillo.

          Sucedió en una plática sobre el trato con las damas sostenida con dos colegas en la sala de redacción.

          Un de los amigos se refería a las secretarias de las autoridades, ejecutivos o empresarios que debía contactar.

          Comentaba que, en algunas ocasiones, había tenido problemas en el instante de dirigirse a las responsables de la oficina.

          Explicaba que una de ellas se enfadó porque la saludó diciéndole “señora” cuando, en realidad, era señorita.

          La charla me sirvió de advertencia para tomar precauciones y evitar situaciones enojosas al empezar una entrevista, como el compañero.

          Consideré que la primera impresión y el saludo, que aprendí en casa, eran vitales para iniciar un vínculo cordial que redundaría en favor de la misión a cumplir como periodista.

          Después del necesario contacto telefónico, tomé una decisión que me dio excelentes resultados cuando la ponía en práctica.

          Al ingresar, opté por empezar diciendo:

          -- Señorita, buenos días, ¿Está el señor...?

          Esa simple introducción parecía mágica. Porque, quien estaba a cargo de la recepción, me respondía con el mejor agrado.

          -- Cómo está, joven, buenos días. Ahora mismo le comunico que usted está aquí.

          Otro día, cuando le decía señorita a una persona que era casada, casi siempre contestaba sonriendo:

-- Gracias por lo de señorita...

          Fueron escasas las circunstancias en que insistieron ser consideradas casadas y debería llamarlas como tales.

          Al contrario, casi todas quedaban contentas y felices de ser nombradas como “señoritas”.

          El panorama cambiaba si a una persona de cierta edad le hablaba como señora, siendo señorita.

          Desde entonces comprobé que decirle “señorita” a todas las damas que laboraban en los diferentes escenarios, resultó un acierto.

          Aquel trato amable, convertido en costumbre, resultó una de las múltiples gratificantes ocurrencias experimentadas a fuerza de ejercer el periodismo.

          Queda el consejo. Si usted está delante de una dama, ante la duda,  dígale señorita. Notará, de inmediato, que sale ganando... 

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