Jirón Junín, en el centro de Trujillo, el Día
Mundial sin Auto que no fue aprovechado como hubiesen deseado los trujillanos.
Trujillo celebró, el viernes último, el
Día Mundial sin Auto que posee una tremenda trascendencia en las grandes
ciudades del mundo.
El objetivo de esa conmemoración es
orientar a la ciudadanía sobre otras alternativas para su desplazamiento cotidiano.
Entre ellos, caminar y el uso de la
bicicleta. Lo primero, es factible. Lo otro, peligroso. Por la amenaza que
representan los coches. No hay ciclovías.
También persigue hacer conocer los
efectos negativos que generan las unidades motorizadas.
Empezando por el monóxido de carbono
que emite el motor de los vehículos que es altamente nocivo al ser humano.
En nuestra ciudad la situación es mucho
más grave debido a que circula una elevada
cantidad de carros antiguos.
A ello se añade la contaminación
sonora que tiene similar acción sobre la salud mental de las personas.
Respecto a este problema, desde el
siglo anterior, ningún ejercicio municipal ha asumido su responsabilidad en defensa
de la población.
Está comprobado que los trujillanos
padecemos diversos males sicológicos debido a la exagerada manipulación de las
bocinas en los vehículos.
La carencia de control y sanción ha
originado que los conductores accionen elementos sonoros prohibidos dentro del
radio urbano.
En reiteradas oportunidades los
organismos municipales y regionales de transportes anuncian operativos de medición
del ruido ambiental. Pero quedan solo en eso.
Ahora mismo. En el reciente Día
Mundial sin Auto, Transportes Metropolitano de Trujillo informó que se haría la
mencionada medida.
La nota de prensa enviada a los medios
señala que un objetivo era hacer "el
contraste con el día que no habrá carros
en el centro histórico”. Y nada más.
Se hizo lo de siempre. Por cumplir. La
pregunta que cae por su propio peso es: ¿Qué se hace con los resultados…? ¿Se
les da utilidad…? No.
Un consejo. Aquí no hay necesidad de
efectuar estudio alguno. Basta salir a la calle para comprobar que el ruido
supera todos los niveles normales.
Esa cruda realidad se conoce desde hace
mucho tiempo. Sin embargo nadie mueve un solo dedo para superarla.
Las infracciones están a la vista. Los
choferes hacen lo que se les antoja con las reglas de tránsito y las normas de
prevención de la salud pública.
Eso obedece a que los efectivos de la
policía y los agentes municipales no
sancionan a los conductores que infringen las disposiciones.
Y cuando se programan escasos operativos
e impone alguna pena, aparece un municipio paternalista que minimiza el valor de
los castigos.
Sale el SATT, gastando el dinero de
los contribuyentes, con agresivas campañas publicitarias a los cuatro vientos anunciando
descuentos.
Con motivo de navidad y fiestas
patrias, las papeletas son reducidas en tan alto porcentaje que resultan
ridículas.
Entonces a los pilotos no les importa
acumular las multas si al final van a cancelarlas por el valor de dos gaseosas.
Falta mano dura.
Allí reside parte del desorden en el
tránsito vehicular de Trujillo y las dolencias en la gente a causa de la polución
atmosférica y sonora.
Un año más, el Día Mundial sin Auto,
que debió servir para mejorar el estándar de vida de los trujillanos, resultó
una jornada intrascendente…
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