Una angustiada madre llora ante el escenario de la tragedia. (Perú 21).
"¡Me quitaron a mi hija...! --gritaba
descorazonada una madre.
"Ella va a fiestas con sus amigas y
siempre regresa. Hoy, no ha venido y estoy asustada..." --declaraba
otra.
"Me dejó al bebé. Se fue y ya no
vino..." --entre sollozos, pronunciaba una más.
Desesperadas
exclamaciones de familiares que buscaban a sus hijas corriendo entre las
comisarías y la morgue.
Otra
señora completa la lista de la desgracia. Cuenta ella que su hija, mamá de su
nieto, cuyo padre murió en un accidente, había fallecido.
Son las
voces del dolor que ensombrecieron, aún más, la noche de ese sábado negro en
una lúgubre discoteca de Lima.
Una fiesta
clandestina que, haciendo trizas todos los protocolos, nunca debió realizarse.
Y unos
jóvenes que, despreciando la vida y la salud, quisieron burlarse de las
advertencias ante el flagelo de la pandemia.
Para
quienes 600 mil contagiados y 27 mil fallecidos que ubica al Perú en un terrible primer lugar, no significó nada.
Los
exámenes clínicos confirmaron las sospechas. Cerca del 70 por ciento, entre
víctimas y detenidos, dieron positivo.
Pecaron
por irresponsables los organizadores, las autoridades municipales y los
asistentes.
El local
carecía de licencia. En el permiso inicial jamás debió aceptarse el rubro: "Otras actividades empresariales".
Los
participantes debieron eximirse de acudir porque "las reuniones están
prohibidas".
La
responsabilidad es el valor humano que nos motiva el cumplimiento de nuestras
obligaciones.
Igualmente
el compromiso o cuidado que debemos tener al tomar decisiones o realizar algo.
¿Tuvieron
en cuenta estas consideraciones los protagonistas de los hechos que ahora
lamentamos...?
No. Es
la respuesta que salta a la vista.
Solo queda
extraer la lección.
Aprender
que la vida no es un "vacilón". Si no un bien supremo del ser humano.
Digna de preservar...