Desconfiar pensando que todos estamos contagiados, puede ser una alternativa para evitar contraer el virus. (EFE).
Pese a
los anuncios, la vacuna tiene para rato. El virus nos persigue como nuestra
sombra. Mientras esperamos, aceptamos esta frase:
"Pensemos que todos estamos
contagiados...". Partamos de la idea que somos potenciales trasmisores
del mal.
Queda
entonces, evitar el peligro. Protegernos. El consejo de mantener la distancia
social, es fundamental.
En ese
sentido se orienta la norma que prohíbe los encuentros familiares. No solo los
domingos. Si no, todos los días.
Y la
sugerencia de no salir, si no es necesario, comprende ciertos aspectos.
Existiendo
la obligación de quedarse en casa, debemos procurar permanecer el menor tiempo posible
en la calle.
Para
lograrlo, es importante caminar lo más rápido que podamos. Jamás a paso lento.
Si por
casualidad o lo que fuera, nos topamos con una amistad, saludarlo de lejos y
hablar lo necesario.
Es la
única forma de eludir la sobreexposición. Que equivale a mostrar el pecho ante
la amenaza de un arma.
El
coronavirus nos ha arrinconado a esta situación. Nos tiene sobre las cuerdas. Nuestra
vida está de por medio.
Por esa
razón, sorprende que ciudadanos, incluso adultos mayores, sean detenidos en un cumpleaños
o matrimonio.
De
manera irremediable, no es tiempo para eso. ¡Basta de reuniones...!
Ya
habrán épocas mejores. Para celebrar y gastar el dinero a su gusto. Pero hoy,
no.
Esa
sencilla reflexión es indispensable antes de tomar una decisión.
Como
sostiene el filósofo Emmanuel Kant, previamente a actuar: "¡Atrevámonos a
pensar...!".
Otro
llamado de las autoridades es el uso correcto de la mascarilla y el aseo frecuente
de las manos.
Es
posible que varias personas hayan fallecido por no tener cautela en estos simples
detalles.
Son
esas las reglas de oro contra el covid-19.
Ya lo sabe. "Pensemos
que todos estamos contagiados". ¡Cuidémonos...!
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