Entre montículos de tierra, un chofer empuja su vehículo atascado en el barro. Una de las miles de escenas a causa de los siete huaycos que soportó Trujillo el 2017.
Después
de los, dramáticamente recordados, siete huaycos que soportó Trujillo en marzo
del 2017, quedó latente el trauma por lo que podría suceder el verano de este
año.
Mucho
antes de diciembre pasado, los periodistas interrogábamos a los expertos sobre
sus pronósticos.
La
preocupación se sustentaba en estar preparados para que no se repitieran las
trágicas escenas originadas por el desborde de las aguas.
El
fenómeno del Niño Costero fue cruel con nosotros y los hermanos del norte del
país.
Recién
este año, nos enteramos, por investigadores de las alteraciones climáticas, que
el 2017 fue uno de los más cálidos en la última centuria.
Fue
esa, la causa principal del calentamiento de las aguas del Pacífico, la
evaporación y las consecuentes lluvias.
La
situación que padecimos fue tan angustiosa que hizo evocar el aluvión de 1925
que azotó nuestra ciudad con semejante furia.
Tras
los sucesos del año anterior, se formó una comisión a nivel nacional para
reconstruir los destrozos y ejecutar obras de prevención.
Se
habló, incluso, de millonarias cifras que no se conoce si llegaron en su
integridad.
Solo
sabemos que, en nuestra región, se ha avanzado muy poco para que el total de los
damnificados pueda recuperarse.
Sucede
lo mismo con las acciones de descolmatación de los ríos, pues los trabajos
realizados no garantizan que la desgracia se repita.
Mucho
más, si algunos vecinos de las áreas adyacentes a las riberas o zonas de desfogue
de las aguas, no contribuyen de manera eficaz.
Existen
denuncias de familias que se establecieron en zonas aparentemente libres, pero
de riesgo extremo.
Por
otra parte, no se han realizado los suficientes trabajos en las quebradas de
San Ildefonso, San Carlos y del León.
Lo
real es que, si las precipitaciones se producían en marzo de este año, los
destrozos, posiblemente, hubiesen sido similares o peores.
Mientras
la gente del sur de Ecuador se alegra cuando llueve porque revitalizan sus sembríos
y rellenan sus represas, aquí, se nos hace un nudo en la garganta.
Antes,
ellos padecían igual que nosotros. Hasta que su gobierno contrató una empresa
china para realizar un estudio completo de la situación.
Al
final profundizó el canal de los ríos, construyó barreras de concreto en laderas
peligrosas y embalsó las aguas para la época de sequía.
"Todo tiene solución, menos la muerte...",
se suele decir. Si hay dinero, solo falta decisión. Ponerse las pilas y
trabajar en lo que nos han encomendado.
Para
cumplir con dicha tarea nos pagan. Justifiquemos, con la frente en alto, lo que
ganamos
Claro
que, para eso, se necesita conocimiento, capacidad y coraje.
El
verano paso. Y, en Trujillo, no llovió como el año que se fue.
Pero,
el aguacero que mojó techos, pistas y generó algunos charcos, es una seria
advertencia.
Con
la naturaleza no se juega. Ella, es impredecible. Actúa en el instante menos
esperado.
La
prolongada lluvia de la madrugada del jueves es una muestra de su insólito
comportamiento.
No
hay que confiarnos. ¡Cuidado...! ¡El "monstruo" está allí...!
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