Ahora, el selfie facilita que uno mismo capte su propia foto. (Redes).
"Los tiempos cambian y nosotros
cambiamos con ellos...", se suele decir con frecuencia. Es una
expresión de la tradición latina que tiene mucho de razón.
Y
esa transformación se manifiesta de diferente manera. Aunque adquiere mayor
notoriedad en las costumbres o forma de vida de la gente.
He
aquí, algunos de esos rasgos distintivos en relación con lo que ocurría hace medio siglo o algo
menos.
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Antes, para tomarse una fotografía era imprescindible otra persona que la
plasmara. Ahora, el selfie facilita que uno mismo la consiga.
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Antes, en Trujillo, existían paraderos para el transporte público. Estaban en
las esquinas. Ahora, se sube y baja donde se le antoja al chofer o al usuario.
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Antes, ver hablar o sonreír a alguien solo era sinónimo de locura. Ahora, está
conversando, con el audífono en el oído, a través de un celular.
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Antes, los alcaldes eran pobladores honorables que no recibían sueldo. Bueno,
ahora, les pagan para gobernar la ciudad.
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Antes, ser cartero era una ocupación. Incluso había un día en el calendario dedicado
a él. Ahora, ha desaparecido. El email lo sepultó.
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Antes los niños corrían en las calles y los parques. Ahora, muchos solo
movilizan los dedos sobre una pantalla táctil.
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Antes, se pedía a las autoridades colocar semáforos para ordenar el tránsito.
Ahora, se exige sancionar a los choferes que no respetan el semáforo.
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Antes, tenían sirena solo los patrulleros, ambulancias y bomberos. Ahora, al
piloto que le dé la gana, la instala, contamina la ciudad. ¡Y no pasa nada...!
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Antes, alguien iba a la playa y captaba fotografías de las chicas, las olas o
el atardecer. Ahora, toma fotos de sus propios pies... y las "publica".
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Antes, se invitaba un café para charlar. Ahora, se invita igual. Pero cada
persona se aísla para leer y responder los mensajes de su celular.
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Antes, por respeto, se bailaba a cierta distancia de la pareja y los
movimientos eran moderados. Ahora, los bailes. ¿Son bailes, o...?.
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Antes, los padres castigaban a sus hijos por las malas notas en el colegio.
Ahora, algunos reclaman al profesor por haberle calificado mal.
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Antes, solo el hombre podía caminar con la mano sobre el hombro de su pareja.
Ahora, hay jovencitas que llevan así a sus enamorados.
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Antes, era casi una blasfemia que una dama alterne groserías en la conversación.
Ahora, unas pocas, por un concepto errado de igualdad, las utilizan.
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Antes, las madres jóvenes conducían, cuidadosamente con ambas manos, el
cochecito de su bebé. Ahora, algunas lo hacen solo con una. En la otra, dialogan
por el celular.
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Antes, hablar y escribir con corrección era obligatorio. Formaba parte de la
personalidad. Ahora, el idioma experimenta el más agresivo atropello de la
historia.
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La delincuencia ha variado también. Antes se empleaban armas de fuego para
cometer asaltos millonarios. Ahora, se usan para robar un celular.
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Antes, podíamos movilizarnos en bus leyendo un periódico con la mayor
tranquilidad. Ahora, vamos rogando que no nos asalten.
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Antes, nos despedíamos con la frase: ¡Que
te vaya bien...!. Ahora, decimos: ¡Cuídate...!
Es
cierto. ¡Los tiempos han cambiado...!
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