Morros de tierra acumulados entre la tribuna de orienta del estadio Mansiche y la Piscina Olímpica de Trujillo.
Han
transcurrido varios días de los aciagos momentos que el desborde de la quebrada
de San Idelfonso inundó el centro cívico y llegó hasta Víctor Larco.
El
insólito suceso se repitió siete veces. Después, Trujillo mostró un pavoroso panorama
de montículos de arena, tierra y aire polvoriento.
Superar
esa terrible apariencia originó situaciones de diversa índole y perennizó instantes
que quedaron para la posteridad. He aquí algunos:
¡Abusivos...!
Quienes se aprovecharon de la desagracia fue la mayoría de taxistas y
colectiveros. Añadieron uno, dos o más soles al servicio normal.
En
el colmo de la falta de identificación con la gente trataban de justificar la
supuesta alza "porque debían transitar por una zona polvorienta..."
Debido
a la escasez y elevado precio de los alimentos hubo restaurantes que aumentaron
el valor de los menús del mediodía.
A
propósito de esos establecimientos. Muchos atendieron abriendo una sola puerta
para evitar que el polvillo invada sus instalaciones.
Para
cumplir con la tarea de limpiar Trujillo, varias autoridades de la provincia y
la región salieron a la calle provistos de escobas y botas.
Según
las fotos difundidas en la red por un diario de circulación nacional, el
gobernador regional lo hizo con chaleco y mascarilla, aunque solo se cubrió la
boca.
¿No
hubo siquiera uno de sus asesores para aconsejarle que, del mismo modo, debía
protegerse las fosas nasales...?
El gobernador regional en plena tarea. Nótese que la mascarilla solo le cubre la boca. (Foto Johnny Aurazo. El Comercio).
El
día que el municipio local distribuyó quinientas escobas y recogedores para asear
la ciudad habían más implementos de limpieza que voluntarios.
Lo
triste fue que entre quienes barrieron solo algunos usaban mascarillas. El
resto tuvo que respirar y tragarse las nocivas partículas.
Las
intensas lluvias que soportamos motivaron que la venta de calaminas, materiales
de construcción y hasta baldes, se multiplicara.
Desde
el punto de vista de la infraestructura vial, las que sufrieron los peores
daños fueron las pistas y veredas.
El
asfalto, en ciertos casos por el pobre material utilizado, fue arrastrado por
la corriente dejando las vías con huecos y rajaduras de toda dimensión.
Hay
avenidas de alto tránsito como América, España, Vallejo, Villarreal y otras
donde aparecieron profundos hoyos que aún no son resanados.
Parte
de la población quedó tan traumada que levantó muros de ladrillo en la puerta
de sus casas y hasta ahora se resiste a retirar los sacos de arena.
En
los días posteriores a la inundación la mayoría de choferes no respetó la luz
de los semáforos generando mortificantes congestiones.
Luego de la limpieza de las calles aparecieron peligrosos huecos en las pistas.
Una
casi olvidada imagen de años remotos revivió a causa de la escasez de agua
potable en el centro histórico, alrededores y distritos.
Fue
común ver a personas cargando baldes, bidones y toda clase de recipientes con
agua para asearse y preparar las comidas.
Aparecieron
especuladores vendiendo el líquido vital al precio que se les antojó, sin que
nadie hiciera algo para evitarlo.
Jalón
de orejas a los consejeros regionales por el suculento desayuno mientras
trataban sobre la desgracia. Tal vez el dinero debió darse a los damnificados.
Cuando
la calma retorne, todo quedará en manos de las autoridades. Nadie, en absoluto,
desea que la tragedia se repita...
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