Los compradores de cosas usadas tambien forman parte del problema. El municipio debe disponer el cambio de sus gritos por una suave melodía instrumental.
El
miércoles 26 de abril pasado se recordó en todo el orbe el Día Internacional de
la Vida sin Ruido.
La
conmemoración rige desde el 2001. Es promovida por la Liga del Deficiente
Auditivo y, para el efecto, escogió el último miércoles de ese mes.
Tiene
el objetivo de cuidar el ambiente acústico, la conservación de la audición y la
toma de conciencia sobre los daños y molestias que generan los ruidos.
Es
una noble causa que promueve el cuidado ambiental y evitar que las personas
padezcan enfermedades debido al inadecuado uso de los elementos acústicos.
Nos
enteramos de la efemérides en la misma
fecha mediante un boletín de la oficina de prensa de la Municipalidad Provincial
de Trujillo.
El
documento indicaba que, con ese motivo, se realizaba una campaña de sensibilización
a los pilotos en la intersección de la avenida España y Rímac.
Por
lo demás la celebración, que de por sí tiene una fundamental importancia en el
planeta, pasó de cualquier manera.
Una
simple cruzada. Pese a que nuestra ciudad es donde los conductores de vehículos
abusan al extremo de las bocinas.
Desde
los taxistas que las emplean para ganar clientes hasta el que se detiene en una
casa y, en lugar de bajarse o llamar por celular, toca el claxon.
Qué
decir de los choferes compulsivos que lo accionan por gusto o los que, de
manera inexplicable, tienen instaladas sirenas en sus carros.
Diferente
a lo que ocurre en las grandes metrópolis donde, por lo general, el botón del
claxon ni siquiera se oprime.
Con
la finalidad de preservar la salud y tranquilidad de las personas, en otros
lugares hay severas sanciones para quienes tocan este implemento.
Siguiendo
ese ejemplo, en Trujillo existen normas que establecen multas pero, en forma
inconcebible, casi nunca se castiga.
Peor
aún, en fiestas patrias y navidad el municipio favorece a los infractores con inmerecidos
descuentos en las penas. ¿Por qué...?
Lo
único que se hace contra esta grave dificultad son aisladas campañas de
sensibilización que no dan ningún resultado positivo.
La
solución para terminar con la manía de las bocinas son las papeletas.
¡Impóngalas...! Verán cómo todos se alinean y la población sale beneficiada.
En
conclusión. Ninguna gestión edilicia ha tenido la voluntad, ni menos aún, ha
sentado el principio de autoridad en ese aspecto.
No
es la primera vez que Prensa Virtual Trujillo ll aborda esta problemática, convertida en un mal
endémico, que se acrecienta con el tiempo.
Incluso
fuimos más allá. Sugerimos al alcalde y los regidores acabar con el terrible
perifoneo de los compradores de cosas usadas y vendedores de frutas y helados.
Conscientes
del daño que causan los ruidos molestos, hace más de un año, planteamos cambiar
los desaforados gritos con megáfono por una suave melodía instrumental.
Sin
embargo, indiferentes al llamado ciudadano, nuestra propuesta no fue acogida y
la contaminación sonora persiste. ¿Para eso los elegimos...?
Y
allí está mi Trujillo querido. Con las bocinas, la estridencia y el bullicio
por todas partes. Como si la civilización no nos hubiera alcanzado.
Con
ineficaces acciones de sensibilización. Mientras el mundo desarrollado
privilegia en las calles la salud, la calma y el silencio...
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