Víctor Hugo Paredes, exdirector de Satélite, en una imagen captada por el autor de este blog en una de las últimas entrevistas concedidas.
Dos
años se cumplen del día más triste en la historia del único vespertino del Perú. La
partida de su exdirector Víctor Hugo Paredes Florián.
El
conductor de SATÉLITE por más de un cuarto de siglo. El osado periodista con peculiar
olfato para encontrar la noticia aún donde parecía que no había nada
interesante.
Aquel
hombre que al terminar la secundaria en el renombrado Instituto Moderno pensaba
en grande. Aspiraba embarcarse en la carrera diplomática. Para ello estudiaba
idiomas en la Universidad Nacional.
Pero,
por esas cosas que solo depara el destino, un día ingresó a la sala de
redacción de un desaparecido diario y pasó enseguida a escribir para un canal
de televisión local. Empezaba su idilio con la información.
Conoció
allí a Orlando Sánchez Castro, compañero de trabajo del autor de esta nota en
el diario La Industria durante la lejana década del sesenta.
Orlando
era reportero gráfico del vice decano de la prensa nacional y fue contratado
para dirigir La Noticia Gráfica. Un programa a base de fotografías estáticas en
blanco y negro, pues aún no existían las fotos a colores.
Tampoco
había la capacidad profesional y tecnológica para emitir grabaciones en
diferido, ni mucho menos trasmisiones en vivo como se estila en la actualidad.
El
trabajo periodístico de Víctor Hugo consistía en estructurar los textos de
dichas ilustraciones para ser leídos cuando se lanzaban a la pantalla de plata.
SATÉLITE
ya estaba en circulación bajo la dirección de Lorenzo Kcomt Kooseng, quien
salió de la Universidad de Trujillo con su título bajo el brazo y encontró el refugio
ideal en ese periódico de la tarde.
"El
chino Loli", como le decíamos
todos, necesitaba un hombre de apoyo. Un redactor punzante, incisivo y mordaz.
Entonces pensó en Víctor Hugo y lo trajo a la redacción.
Por
las condiciones demostradas, se le entregó el difícil cargo de jefe de
informaciones en el que se desempeñó a satisfacción.
Fue
al compás del inconfundible traqueteo de las ahora antiguas y obsoletas
máquinas de escribir Olimpia y Olivetti que el menudo redactor comenzó a
fortalecerse en el tratamiento noticioso.
Bajo
la guía de Loli y los libros que pudo conseguir por su cuenta, se fue
consolidando de manera paulatina. Fue un auténtico autodidacta.
Participó
en eventos que, por aquel entonces, organizaba la Sociedad Interamericana de
Prensa y se especializó en reportajes.
Con
ese soporte, publicó uno en homenaje al héroe Miguel Grau que le permitió
obtener el premio nacional de periodismo. Ya estaba en condiciones para
competir en las ligas mayores
A
punta de exigencias y esfuerzo personal
lo logró. Y vaya a ver usted en qué forma. Se convirtió en uno de los
periodistas de más respeto en el medio.
Por
eso, cuando sucedió el descanso de Kcomt, No hubo necesidad de pensarlo mucho
para delegarle funciones ejecutivas en el máximo nivel. Recibió la posta en la dirección
de SATÉLITE.
Era
la oportunidad propicia de plasmar en la práctica aquel torbellino de ideas que
tenía reservado para el momento adecuado.
Una
de ellas fue romper el tradicional diseño de la primera y última páginas. Yendo
contra las normas vigentes las unió en una sola invirtiendo la diagramación.
Se
ganó así mayor espacio para que los titulares y fotos de más impacto en Trujillo y la región se captaran
de un solo vistazo. Algo desacostumbrado en los tabloides.
Con
su recordado y particular estilo de dirigirse al equipo de redacción, Víctor
Hugo le solicitó en forma grupal e individual intensificar la dosis de
dedicación, esfuerzo y responsabilidad.
Coordinando
con las secciones de diseño gráfico,
composición e impresión, se amplió al máximo la hora del cierre para incluir la
última noticia importante de la mañana.
Los
resultados se manifestaron de inmediato. La demanda se incrementó y tuvo que
aumentarse el tiraje debido a la preferencia mayoritaria de los lectores.
En
forma simultánea, el exdirector tenía algunas metas personales Considerar que
el final de su ciclo en SATÉLITE podía estar cerca, era una de ellas.
Fue
la confesión que nos hizo aquel sábado que estuvimos juntos después del cierre de
edición y terminamos en una parrillada de la calle Carrión donde se molestó con
el encargado de la música porque no tenía “Caballo viejo”, su tema favorito.
-- Freddy
--dijo mientras me mostraba una botella de vino con su foto y su nombre que le
había regalado un amigo-- quiero escribir sobre toda mi trayectoria
periodística sin ocultar nada en absoluto.
-- Tú sabes
que nadie es eterno. Pronto tendré que irme. Por eso mi preocupación es ver
quién podría quedarse en mi lugar. Quisiera prepararlo desde ahora para ese
momento.
-- Buena idea.
No dejes de hacerlo-- le respondí.
Estuvimos
desde antes del mediodía hasta pasadas las cinco de la tarde. Nunca imaginé que
sería el diálogo postrero que sostendría con él
Transcurrieron
algunos meses y vino lo de la enfermedad que lo postró en cama. Durante ese
tiempo, no tuve la valentía para ir a verlo.
Lo llamé a su
celular varias veces sin obtener respuesta. Está descansando. Debe reposar,
supuse siempre.
Hasta que
pasadas las once de la mañana del 12 de mayo, hace dos años, la fiel compañera
Carmen Rodríguez me dio la noticia que nunca esperé escuchar.
Víctor Hugo
Paredes. Tu vida alcanzó una etapa que todos debemos cumplir de manera inexcusable.
Sin embargo,
tus enseñanzas, tu sencillez y tu irrefutable pasión por el periodismo
permanece en cada rincón de SATÉLITE y el corazón de tus seres queridos.
Continúas presente
como una fuerza simbólica que irradia sobre nosotros y nos anima a seguir en la
lucha. Perseverar en lo que hacemos en pos de lograr las metas trazadas.
Para ser
sincero en unas cuantas palabras. Víctor Hugo. Querido amigo. ¡Tú, no te has
ido…!
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