Parte de la Promoción 1961 letras del colegio nacional de San Juan. Posamos para la posteridad acompañados de nuestro instructor de IPM Pedro Heredia.
Leer la noticia que se
aprobó restablecer el servicio militar acuartelado desde los 18 a los 30 años,
me hizo evocar remotos tiempos escolares.
Aquella época en que
asistíamos al centro de estudios con uniforme caqui, camisa con galones que
indicaban el año de estudios, corbata y boína.
Estudié en el colegio
nacional de San Juan. Primero, cuando era parte de la Gran Unidad y, con el
retorno, en el centenario local de Independencia.
En cuarto y quinto de
secundaria recibíamos dos horas semanales de clase del curso de Instrucción Pre
Militar.
Un oficial del Cuartel de
Infantería Pucará Nº 37, que representaba el sumun del orden, la disciplina, la
obediencia y el respeto, era nuestro instructor.
Al ingresar, debíamos
ponernos de pie. Pararnos derecho. Mirada adelante. Frente arriba. Inmóviles. Guardando
silencio sepulcral.
Caminaba por el pasadizo
entre las carpetas para revisarnos el pelo corto y si el uniforme que vestíamos
estaba completo.
Era una auténtica escena
del ambiente de las milicias trasladada a las aulas de los planteles masculinos.
Tras este estricto ritual,
empezaba la clase. Nos enseñaban el significado de los símbolos y la mística de
los héroes de la patria.
Capítulo especial estaba
referido a la identidad nacional, los valores cívicos y la manera de integrarlos
a nuestra vida.
También, las
características de fusil Máuser Original Peruano Modelo 1909, con el que lucharon
los soldados y policías peruanos en la guerra con el Ecuador de 1941.
Parte del aprendizaje, en
especial la marcialidad, debíamos ponerla en práctica en el desfile pre militar
de fiestas patrias.
Ganar el gallardete a la
Gran Unidad José Faustino Sánchez Carrión y los colegios particulares de
Trujillo era el objetivo.
Sin embargo, la prueba más
temida era el examen final. Se rendía en forma oral y con balotario ante dos
oficiales que jamás habíamos visto.
Nos llamaban uno por uno,
según el orden de lista. Había que estar atento y acudir de inmediato. Pararse
ante el jurado y saludar al estilo militar.
Extraída la balota se
entregaba a uno de ellos y empezaban las preguntas. Debíamos contestar sin
titubear, en voz alta y varonil.
Parecía que todo terminaba
saliendo del colegio. Estaba equivocado.
La historia continuó en la Universidad Nacional de Trujillo.
En la Casa de Bolívar, durante los dos años de estudios generales, siguió
la instrucción castrense, con la diferencia que no teníamos uniforme.
Aprendíamos estrategias
bélicas, acciones de combate, características, secciones y manejo de un fusil.
Pero, no quedó allí. El
ejercicio más relevante era la práctica de tiro, a campo abierto, en el cerro
Cabras con calificación.
Aquí la cosa era seria. De
hombres. Íbamos acompañados de varios soldados del ejército que llevaban las
armas y pertrechos.
Tendidos sobre el suelo,
hacíamos diez tiros al blanco, con balas de verdad y una tela gruesa en el
hombro derecho para atenuar el golpe al disparar.
Al final, un
certificado del ministerio de Guerra con el grado de Sargento II de reserva fue
el reconocimiento a esa gratísima experiencia.
Las lecciones de IPM
perfilaron nuestro comportamiento, templaron el carácter y nos dejaron un
recuerdo imperecedero...
FELICITACIONES POR ESTE ARTICULO TAN IMPORTANTE DE LA IPM EN LA ACTUALIDAD SOY PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE INSTRUCTORES PRE - MILITAR DEL PERÚ "ASINPREMP" INSCRITA EN LOS REGISTROS PÚBLICOS EX ALUMNO SANJUANISTA QUE SABE UD. SI EXISTEN INSTRUCTORES PRE MILITARES DE DÉCADAS ANTERIORES Y PRODIA FACILITAR SU NUMERO CEL. DE ELLOS Y/O NOMBRES LOS MEJORES ÉXITOS Y BENDICIONES HNO. SANJUANISTA "SAN JUAN ES EL PERÚ"
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