Los hermanitos de Nagasaki tras el estallido de la bomba atómica. Ellos representan el inocente rostro de la guerra...
Pese
a que solo traen destrucción y muerte, la historia de la humanidad ha estado
signada por los conflictos bélicos.
Todas
las contiendas solo dejaron como crudo testimonio el dolor y la desgracia.
Dramáticas
escenas capturadas por fotógrafos destacados al frente de batalla, así lo
revelan.
Tal
como una de las numerosas fotos tomadas por
Joe O'Donnell luego del estallido de la bomba atómica en la ciudad
japonesa de Nagasaki.
Presenta
a un pequeño de unos diez años. Firme. Con gesto hierático. La mirada fija. Inmutable.
Pelo corto. Mordiéndose los labios.
Un
cincho negro cruza su pecho sobre los hombros. Atado lo suficiente fuerte para
sostener en la espalda el inerte cuerpecito de un niño de unos dos años.
Era
el hermanito menor. Su madre, posiblemente, lo sujetó y le encomendó llevarlo
al lugar donde se incineraban los cadáveres.
Una
vida trunca. Una inocente víctima que no llegó a vivir y conocer este planeta donde, de
manera increíble, los hombres se matan entre sí.
Mientras
unos países promueven las acciones beligerantes, millones imploran el fin de las guerras y apoyan campañas por
la abolición de las armas nucleares.
¿Podremos
gozar algún día de un mundo de paz...?
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