Página 13 de SATÉLITE del sábado 27 de setiembre del 2014 dedicada a Víctor Hugo Paredes, escrita por el autor de este blog. Fue el último reportaje.
Todo empezó con un sueño.
Corría
setiembre del 2014. Es la última quincena del florido mes de la primavera que
ya dejaba percibir su candor en el ambiente.
Pese a
dormir de manera habitual, una de esas apacibles alboradas, un raro sueño me
despertó antes de la hora. Tenía una idea fija en la mente.
Se
relacionaba con SATÉLITE. Que sale a diario con los sucesos más recientes de la
mañana en sus primeras páginas.
Viene
el cumpleaños de Víctor Hugo Paredes, su director. El "hijo" que nace
cada día. Si. Ese será el título. Debo escribirle algo especial.
Es que
el conductor del periódico por más de un cuarto de siglo fue un singular líder.
Recto y exigente, pero consejero y bromista a la vez. Sin perder el principio
de autoridad.
Recurro
al teléfono. Lo llamo. Le cuento mi propósito:
-- Está bien, Freddy. ¿Cómo crees que te voy
a decir que no...? --me respondió,
entre otras positivas frases.
El
Grupo La Industria tiene sus propios reporteros gráficos. Sin embargo, algo que
hasta ahora no alcanzo a comprender, me impulsó a decirle:
-- Víctor Hugo. Yo mismo te tomaré las fotos.
¡Ah...!
-- Me parece bien.
-- Algo más, no serán en la redacción,
como tantas que tienes, sino en la sala
de impresión. Al filo de la rotativa. Donde se registra el tiraje.
-- Tienes razón. Entonces, te espero --contestó animado.
Acordamos
el día. Y, cumpliendo mi palabra, fui a verlo. Iba acompañado de mi cámara
digital con varias cifras de píxeles en sus entrañas.
Mientras
dialogábamos animadamente, marchamos a talleres. Comencé a retratar a discreción.
En un
momento, invitó a dos operarios y los hizo posar a su costado.
-- Freddy, en SATÉLITE toda la gente es
importante en la función que desempeña --sostuvo.
Al
quedar solos le describí la sugerente idea del "hijo" que nace todos
los días y soltó una carcajada.
De
pronto, guardó silencio. Percibí que le emergió el sentimiento del padre de
toda la vida. Aquel que albergamos todos:
-- Si. Estoy de acuerdo. Pero, no te olvides
de mencionar los nombres de mis hijos Víctor Hugo Jr, Luis Jansen y Shirley
Vanessa --insistió.
-- No te preocupes. Sus nombres irán de todas maneras --le
respondí.
Luego
lo hice posar como siempre había deseado verlo. Con SATÉLITE, su producto, en
las manos. Tan fresco, que te mancha los dedos de tinta.
Sin
mayores comentarios, esa misma tarde, le envié mi nota y tuvo la agudeza de
publicarla en la edición del sábado 27. Víspera de su onomástico.
Como
era costumbre en él, la noche anterior se comunicó conmigo para pedirme asistir
al almuerzo que solía ofrecer a sus amigos con ese motivo.
Ya en
la cita, al promediar el ágape, ordenó distribuir entre los asistentes la virginal
edición del periódico. Aún con olor a tinta de imprenta.
Nuestro
vespertino incluía, a página completa en la 13, el artículo cuyo pensamiento me
hizo saltar de la cama antes de tiempo.
El
"hijo" que nace todos los días. Víctor Hugo Paredes y SATÉLITE, fue
el mismo título que le sugerí. Respetó el encabezado. Lo mantuvo intacto.
Por su parte, él le colgó el logo de archivo con mi foto y mi nombre.
Tal como
habíamos convenido, rindió honor a mi encargo. Las dos imágenes que ilustran la
nota son de mi autoría.
La de
mayor dimensión, escogida por él mismo, es aquella en la que se le aprecia con
un ejemplar en la mano derecha, brotando a la luz. Acabado de
"nacer".
Esta
placa, donde dirige la vista en alto a un indeterminado lugar, nunca dejó de
intrigarme por el misterio que encierra su mirada.
Durante
el almuerzo, como solía hacerlo en cada reunión similar, Víctor Hugo recorrió el
recinto y no cesó de fotografiarse con los presentes.
En el
camino, se encontró conmigo y Américo Barriga perennizó una foto para la
posteridad.
Ese
día, fue la última vez que estuve a su lado. También, era la postrera
celebración suya, con las autoridades, políticos y colegas.
Por su
carácter o particular forma de ser, no llama la atención que jamás haya hablado
acerca de sus asuntos personales.
Lo evidente es que, en los meses siguientes,
su vitalidad seriamente se resquebrajó. Pese a que puso todo de su parte, no
pudo recuperarse.
El 12
de mayo siguiente, hace cuatro años. El mes de María, la madre de Cristo, nos
dijo adiós para siempre.
¡Salud contigo, mi querido Víctor
Hugo...!
¡Allá, en el cielo...! ¡En el
infinito...!
¡Salud...!
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