lunes, 4 de junio de 2018

Mi Trujillo: ¿Cómo estamos en cultura...?

Cruda realidad que revela el atentado contra la cultura de Trujillo y el Perú.

          Una de estas friolentas mañanas de otoño, Trujillo amaneció con un panorama distinto al acostumbrado.

          El busto del Inca Garcilaso de la Vega, que adornaba el tradicional Paseo de las Letras, había sido arrancado de raíz.

          La alegoría acompañaba, en el mismo lugar, a las de César Vallejo, José Santos Chocano y Ricardo Palma.

          Ubicada a tres cuadras de la Plaza de Armas, la zona fue creada para rendir homenaje a cuatro de las grandes figuras de la literatura peruana.

          Rodeada de árboles, flores y bancas, está frente a la escuela Antonio Raimondi, uno de los planteles emblemáticos de la ciudad.

          El atentado contra estos representantes de la nacionalidad no es el primero que se produce en Trujillo.

          Ocurrió lo mismo con fracciones de los Húsares de Junín que engalanan el inicio de la avenida del mismo nombre en el sector oeste.

          Similares eventos han sucedo en otros parques de las diferentes urbanizaciones que rodean el centro histórico.

          A ello se asocia la consecutiva sustracción de las papeleras instaladas en varios lugares por el municipio.

          Tan pronto se pusieron a disposición del público, fueron desapareciendo de manera sistemática.

          Por la función que cumplen, en la necesidad de mantener limpia la ciudad, se repusieron en sucesivas gestiones municipales.

          Sin embargo, volvieron a ser canibalizadas y, en algunos casos, de raíz empleando herramientas.

          Esa malsana actitud demuestra que existe una organización delictiva dedicada a cometer este infame atropello contra nuestro patrimonio.

          Lo raro es que en ningún momento se haya identificado, denunciado,  detenido y castigado a los responsables.

          Por este y otros hechos, Trujillo ha ido perdiendo el título de Ciudad de la Cultura que tuvo antes debido al comportamiento de la gente.

          La cortesía y consideración a los demás, incluyendo a los símbolos de la patria, fueron antaño el signo distintivo de los trujillanos.

          Y se expresaba en el proceder cotidiano más sencillo. Empezando por el saludo, pidiendo permiso, agradeciendo o disculpándose.

          Se complementaba cediendo la vereda o el asiento a los mayores, damas en estado o personas especiales.

          Hoy, mucho de eso se ha perdido. El egocentrismo impide valorar al prójimo. Menos, a quienes hacen relucir el nombre del Perú en el mundo entero.

          A esa espantosa realidad se añade la falta de respeto a las normas de tránsito y, peor todavía, al indefenso peatón.

          Sobre este aspecto, es importante anotar lo que dice el politólogo Samuel Huntington en su libro "Choque de Civilizaciones":

          "En el mundo de la postguerra, las distinciones más importantes entre los pueblos no son las ideológicas, políticas, ni económicas, son las culturales...".

          Está clarito. No hay nada que explicar.

          No estamos hablando de progreso. Como el caso de la telefonía móvil. Allí marchamos casi al compás de los países desarrollados.

          Si pues. Pero. ¿Cómo vamos en cultura...?

          El destrozo de los monumentos de la civilidad y la abominable conducta de ciertos individuos, es una evidencia que estamos rezagados.

          Los valores no han pasado de moda. El respeto, la honestidad, la humildad, la prudencia y la nobleza de corazón, entre otros, están allí.

          ¡Es urgente volver a ponerlos en práctica...!

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