Dalic, el inmutable técnico croata y Modric, dueño del Balón de Oro. (Redes).
Terminó
el Mundial de Rusia caracterizado porque no brillaron quienes eran antes
considerados como los astros del fútbol.
Miles
de aficionados ocuparon las graderías solo para ver y aplaudir a Messi,
Cristiano Ronaldo y Neymar.
Quedaron
defraudados. Salvo una que otra jugada o gol, no alcanzaron a demostrar las
virtudes que exhiben en sus clubes.
Y,
mientras los famosos iban desvaneciéndose en la tragedia de la eliminación de
sus países, aparecían los que estaban ocultos.
Allí
está Modric, el habilidoso croata ganador del Balón de Oro. La manija que
dirige, como director de orquesta, a sus compañeros y hace goles.
Sigue
Hazard el artillero belga con su ubicación, imprevisto desmarque y la pólvora que tiene en
los botines.
El
francés Mbappé, la revelación juvenil del certamen, se ganó la admiración por
su rapidez y efectividad.
Hablando
de talentos, surge el galo Griezmann cuya especialidad es ejecutar apretados centros
en los tiros libres y la precisión en los penales.
¿Quieren
dos nombres más...? Ahí van. Mandzukic en la ofensiva y Rakitic en el
mediocampo, que se lucieron en las filas del subcampeón.
Recuerden
sus apellidos. Aparte de individualidades que concentraron las miradas en
algunos partidos, ellos son los nuevos ídolos del fútbol mundial...
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