En primer plano se ejecuta un penal. Atrás, están los hombres que no ven el Mundial.(El Confidencial).
Hagamos
una abstracción. Imagínese que está Usted en Rusia. Entra a uno de los estadios
donde se juega el Mundial. Pero, no puede ver el partido.
¿Lo
soportaría...? Por supuesto que no. Sin embargo, aunque no lo crea, hay miles
de personas que están expuestas a ese suplicio.
Pertenecen
al cuerpo de la policía rusa cuya misión es garantizar la máxima seguridad de
los futbolistas y los aficionados.
Para
cumplir a plenitud su misión son los primeros en ingresar a los recintos donde
se realizan los encuentros y los últimos en abandonarlos.
Se
distribuyen en todos los compartimientos del escenario. Desde las puertas hasta
los servicios.
Entre
ese personal especializado están quienes se ubican después de la publicidad. Al
filo de la barrera que separa las tribunas del campo.
Dan la espalda al césped. Su único trabajo
consiste en observar el comportamiento de los espectadores que tienen al frente.
Abstraídos
por completo de lo que ocurre en la acción de juego. Escuchen lo que sea, haya
una espectacular jugada o se convierta el mejor gol.
La
orden estricta es: está prohibido voltear la mirada atrás.
Y
así se la pasan los noventa minutos y más. Atentos. Perspicaces. Inmutables. Parados con firmeza.
Separados unos metros del compañero.
Llevan
una gorra para protegerse de las inclemencias del medio ambiente y un chaleco numerado
de identificación.
Si
les gusta el fútbol, deben resignarse a sufrir. Solo cumplen con su deber. Son
los hombres que están en el estadio. Pero que no ven el Mundial...
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